Dios merece toda adoración. Todos los cánticos que salen de nuestros corazones deben ser de Él y para Él porque solo a Él debemos darlos.
Cada día debemos dar cánticos que exalten por todo lo alto al Dios que vive y reina para siempre. Siempre debemos dar cánticos que salgan desde cuando estemos en nuestros profundos sueños hasta nuestro despertar y durante todo el día.
Que tu respirar sea una inspiración para dar cánticos llenos de gracias a Dios, porque no hay otro que pueda recibir nuestra alabanza.
Oh, Señor, Tú Credor de todo, esos cánticos son solo para Ti, que todos se postren delante de Ti y digan cuán buenas son todas las cosas que Tú creaste, que pronuncien de Tu gran poder y alabanzas a través de cánticos inspirados por toda Tu creación.
Nada nos puede detener, no dejemos de dar esos cánticos con amor a nuestro Dios bendito y santo, que con su luz nos alumbra y nos sostiene con sus fuerzas, a este Dios tan maravilloso demos todos nuestra mejor adoración, que todo lo que salga de nuestros corazones para Dios sea con calidad.
5 Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación.
6 Cantaré a Jehová,
Porque me ha hecho bien.
Salmos 13:5-6
Todos podemos decir estas palabras así como han sido pronunciada por este autor de este salmos, no demos cánticos a Dios solo porque Él ha sido bueno, sino porque su gran amor y misericordia nos han sostenido siempre. Por eso todo lo que hagamos para Él, pueda ser con dedicación, con amor, y con rectitud de corazón.
Cantemos a Dios, cantemos solo a Él. Dios ha hecho bien con toda su creación. Dios nunca nos ha abandonado, Él siempre ha estado a nuestro alrededor. Por eso si vamos a cantar salmos a su nombre, hagámoslo bien delante de Él, porque Dios no debe recibir cosas que hagamos mediocremente, sino que sean del corazón y con dedicación. Cantemos a Dios para siempre.
Cuando el creyente eleva un cántico al cielo, no solo pronuncia palabras, sino que expresa la gratitud de un alma redimida. Los cánticos a Dios son más que melodías; son ofrendas espirituales que suben ante Su presencia como olor fragante. El salmista entendía esto, y por eso declaraba con convicción: “Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien”. Cada nota, cada verso, debe recordar la bondad divina que nos sostiene día tras día.
En los momentos de alegría, nuestros cánticos se convierten en celebración. En los momentos de tristeza, son refugio y consuelo. La alabanza no depende de las circunstancias, sino del reconocimiento de que Dios es digno, aun en medio del dolor. Al adorarle, encontramos paz en la tormenta y esperanza en el silencio. La música que dedicamos a Dios debe ser sincera, inspirada por el Espíritu Santo y llena de fe.
Adorar a Dios con cánticos es también un acto de testimonio. Cuando las personas nos escuchan cantar con gozo, pueden percibir que nuestra confianza no está en el mundo, sino en el Señor. La alabanza tiene poder para transformar el ambiente, quebrar cadenas y abrir corazones endurecidos. Por eso, cada creyente debería considerar su voz y su alabanza como instrumentos al servicio del Reino de Dios.
El apóstol Pablo también nos anima a vivir en adoración continua, diciendo: “Hablando entre vosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:19). Es decir, la alabanza no se limita al templo ni a un momento específico, sino que debe formar parte de nuestra vida cotidiana. Cada respiración puede ser una expresión de gratitud al Creador.
Por eso, cada vez que entones un cántico, hazlo con entendimiento y devoción. No se trata solo de entonar una melodía, sino de ofrecer a Dios lo mejor de ti. Él no busca una voz perfecta, sino un corazón sincero. El verdadero adorador no canta por costumbre, sino por amor, porque ha experimentado la misericordia divina y no puede permanecer en silencio ante tanta bondad.
En conclusión, Dios merece toda la gloria, todo honor y toda alabanza. Que nuestras canciones sean reflejo de una vida rendida a Él. Que cada palabra pronunciada sea un eco del agradecimiento que sentimos por Su salvación. Cantemos con gozo, con fe y con reverencia, recordando que la adoración no termina con una canción, sino que continúa en cada acto de obediencia y amor hacia nuestro Creador.
...