No debemos dudar ni un instante a la hora de alabar al Señor, porque Él es digno de toda exaltación, honor y gloria. La alabanza no debe ser un acto ocasional ni un impulso emocional momentáneo, sino una respuesta continua al poder, la santidad y la misericordia de Dios. Él es nuestro Dios Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, sustentador de toda la creación, y merecedor de la más alta excelencia en nuestras alabanzas. Cuando abrimos nuestros labios para exaltar Su nombre, reconocemos Su soberanía sobre nuestras vidas y proclamamos que no hay otro igual a Él. Por eso, adoremos al Señor con prontitud, sin reservas y con gozo, porque Su grandeza sobrepasa todo entendimiento.
Toda la tierra debe postrarse delante del Dios que vive y reina por los siglos de los siglos. Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el Todopoderoso que gobierna desde Su trono celestial. La naturaleza entera da testimonio de Su poder: los cielos declaran Su gloria, los montes se inclinan ante Su voz y los océanos rugen al compás de Su mandato. Ninguna fuerza en el universo puede compararse con Su poder eterno. Por eso, reconozcamos Su nombre sobre toda la tierra, proclamemos Su majestad y anunciemos Su gloria a las naciones. Exaltemos al Dios que hace posible lo imposible, que abre caminos donde no los hay y que transforma corazones con Su amor inmutable.
Recordemos que la verdadera alabanza no depende únicamente de lo que Dios ha hecho por nosotros, sino de quién es Él. No solo lo alabamos por Sus bendiciones o Sus milagros, sino porque Él es Dios, y eso basta para rendirle toda adoración. Aun si no viéramos señales o respuestas inmediatas, Su carácter sigue siendo digno de exaltación. Él es justo, fiel, compasivo y santo. Que cada ser humano, cada criatura y toda la creación reconozcan Su grandeza. Desde lo más pequeño que habita bajo la tierra hasta las estrellas en el firmamento, todo fue creado para glorificar Su nombre. Como dice el Salmo 150: “Todo lo que respira alabe a Jehová”. Que esa sea nuestra actitud diaria: alabar a Dios en todo tiempo, sin excusas, sin temor y con un corazón lleno de gratitud.
Que al igual que los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes mencionados en el libro de Apocalipsis, también nosotros podamos postrarnos ante el trono de Dios, reconociendo Su autoridad suprema. Ellos día y noche claman: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir”. Así también debemos rendirle honor al Cordero que fue inmolado, a Cristo Jesús, quien murió por nuestros pecados y resucitó al tercer día. Él tiene las llaves de la muerte y del Hades, y Su reino no tendrá fin. Su dominio se extiende desde los cielos hasta lo más profundo de la tierra. A Él pertenecen el poder, la gloria y la majestad por los siglos de los siglos. No hay nadie más digno de recibir nuestra adoración.
Cantad alegres a Jehová, toda la tierra;
Levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos.Salmos 98:4
Este versículo es una invitación universal a la alabanza. No solo a un pueblo o una nación, sino a toda la creación. “Cantad alegres” implica hacerlo con gozo, con entusiasmo, sin reservas. La alabanza verdadera no es fría ni forzada, sino una expresión viva del corazón que reconoce la bondad de Dios. Cuando levantamos la voz y cantamos salmos, estamos declarando que Jehová reina, que Su misericordia dura para siempre y que Su fidelidad alcanza hasta las generaciones venideras. Aun las olas del mar con su bramido le alaban, el viento que sopla lleva consigo el eco de Su grandeza, y el aire que respiramos es un recordatorio de Su presencia constante en nuestras vidas.
Por tanto, aclamemos a gran voz el nombre de nuestro Dios. Hagamos que nuestras alabanzas llenen la tierra, que nuestros corazones vibren con la certeza de Su poder y Su amor. Alabemos con nuestras palabras, con nuestras acciones y con nuestras vidas. Que cada día sea una oportunidad para honrar al Creador que nos dio el aliento de vida. Si toda la creación le obedece, ¿cómo no hacerlo nosotros, que hemos sido redimidos por Su gracia? Levantemos nuestras manos, aplaudamos con gozo y cantemos salmos al Rey eterno, porque Su gloria cubre los cielos y Su presencia llena la tierra. A Él sea toda la alabanza, hoy y por la eternidad. Amén.
1 comment on “Cantad alegres a Jehová, cantad salmos”
Let us remember that we should not only sing praises to God because He has done good works in our lives, but because He is God and deserves all the adoration of His people.