Alaba al Señor porque sus bendiciones te rodean cada día

Cada día alabaré al Señor porque sus bendiciones nos ayudan día a día, porque esas bendiciones son buenas y son tan reales que permanecen en nosotros.

Tanto las bendiciones materiales como las espirituales nos enriquecen de una manera tan buena que cuando llegan esos momentos de dificultad, podemos pasarlos sin ningún problema, gozosos y dando gracias al Señor.

Sus bendiciones son tan reales como el aire que respiramos, cada una de las cosas que vienen de Dios son bendiciones, las pruebas son parte del plan y del propósito de Dios, pues estas no son malas porque nos ayudarán a confiar en Dios cada día. Cantemos a Dios por este hecho maravilloso y por su amor infinito en nuestras vidas.

Sea bueno o sea malo lo que Dios permita en nuestras vidas, demos gracias porque solo Él sabe por qué lo permite, alaba a Dios aunque sea el momento más difícil de tu vida, porque vendrá el momento donde reirás y gritarás de alegría. Por eso Dios nos enseña de Él para que podamos estar contentos en todos los momentos. Alabemos a Dios, demos gracias a Él por todas las cosas, no estemos tristes sino alegres creyendo y cantando de sus maravillosas obras.

Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.

Job 2:10

No hay un ejemplo más tremendo como el de Job cuando fue rico y sano y luego fue pobre y enfermo, y dice: “¿Recibiremos el bien de Dios y el mal no lo recibiremos?”. Con esto se veía la integridad de Job hacia Dios. No le importó los bienes y la riqueza, con todo alabó a Dios. Recordemos que de Dios siempre recibiremos según su propósito.

Al reflexionar en la vida de Job, comprendemos que la verdadera fe no depende de las circunstancias. Muchos alaban cuando todo va bien, pero dejan de hacerlo cuando llega la prueba. Sin embargo, el creyente maduro sabe que la alabanza debe permanecer aun en medio del dolor, porque Dios sigue siendo digno. Su amor no cambia y su fidelidad permanece para siempre.

Cada bendición que recibimos es un recordatorio del cuidado constante de Dios. Cuando tenemos salud, cuando contamos con alimento, cuando disfrutamos de la familia y de la paz, todo eso proviene de Su mano generosa. Pero también, cuando atravesamos el desierto o enfrentamos momentos de escasez, Dios sigue siendo el mismo. Él utiliza esas temporadas para fortalecernos y para que aprendamos a depender de Su gracia y no de nuestros recursos.

A través de la adoración diaria podemos mantenernos firmes. La alabanza no solo es un canto, es una declaración de fe que rompe las cadenas de la desesperanza. Cuando alabamos en medio del dolor, demostramos que confiamos plenamente en el carácter de Dios. Él es soberano y sabe lo que conviene para nuestras vidas, incluso cuando no lo entendemos.

Cada nuevo amanecer es una oportunidad para agradecer. A veces las bendiciones de Dios no llegan en la forma que esperamos, pero siempre llegan a tiempo. Dios no se retrasa, Él actúa en el momento perfecto, y mientras esperamos, podemos seguir cantando, sabiendo que todo lo que hace tiene un propósito eterno.

La Biblia dice en 1 Tesalonicenses 5:18: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. Esta exhortación nos recuerda que la gratitud debe ser una constante en la vida del creyente. Agradecer no solo por lo bueno, sino también por aquello que Dios permite para moldearnos. Así como el fuego purifica el oro, las pruebas purifican nuestra fe.

Por eso, cuando pienses que ya no puedes más, recuerda las bendiciones pasadas, los milagros que has visto y las oraciones que Dios ha respondido. Él sigue obrando. No dejes de cantar, no dejes de agradecer. Cada alabanza que sale de un corazón sincero tiene un valor eterno delante de Su presencia. Que nuestra vida sea un cántico continuo de gratitud, reconociendo que todo lo que tenemos y somos proviene de Él. ¡A Dios sea la gloria por siempre!

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Con mi cántico alabaré a Dios, mi fortaleza y escudo
Un canto eterno