Alabar a Dios es lo mejor que le puede pasar todo ser humano, ya que no estamos alabando a un muñeco hecho de barro o de papel, estamos dando alabanzas al Dios Todopoderoso que vive y reina para siempre.
Nuestras alabanzas están siendo dirigidas al Dios verdadero, solo en Él hay poder, hay libertad, la alabanza a Él nos ayuda y nos restaura. Cuando cantamos a Dios, esa misma presencia con la que cantamos a Dios desciende sobre nosotros con poder y gloria para vivificarnos.
No dudemos que en las alabanzas al Señor hay poder, creamos plenamente en esto, es real. Dios es Dios y Su gloria cae sobre el firmamento, Su presencia nos arropa y nos trae libertad y liberación.
Si el cautivo de corazón canta, será libertado por Dios, si el desamparado canta a Dios, será amparado por Él, si el necesitado y el hambriento cantan alabanzas a Dios, serán saciados. Por eso todos cantemos al nombre del Señor, cantemos sólo a Él, nuestros beneficios sólo vienen de Él. No cantes a Dios por tu necesidad, canta a Dios porque tu corazón realidad lo desea y verás que todo en tu vida será muy diferente.
Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado, Por lo que se gozó mi corazón, Y con mi cántico le alabaré.
Salmos 28:7
En este salmos vemos al salmista David pidiendo respaldo de Dios, pero también esta dando gracias porque Dios le había respondido. Como bien dice este capítulo 28 del libro de los salmos, en cada uno de los salmos que leemos podemos ver en la manera que David se expresa de nuestro Dios. Un hombre totalmente apasionado con todo y sus fallas, pero que se sabía humillar delante de Dios.
Confiemos, cantemos a Dios con todo nuestro corazón. Demos cánticos a Dios, en la alabanza hay poder, no lo dudemos, a través de las alabanzas que damos para Dios también somos bendecidos. Amén.
La alabanza es una de las formas más hermosas de comunicarnos con nuestro Creador. No se trata solamente de cantar, sino de rendir nuestro corazón ante su majestad, de reconocer que todo lo que somos y tenemos proviene de Él. Cada palabra que sale de nuestra boca cuando le exaltamos se convierte en un acto de gratitud y adoración genuina. El ser humano fue creado para adorar, y cuando cumplimos ese propósito, encontramos verdadera paz y sentido en la vida.
Cuando alabamos a Dios en medio de las pruebas, algo poderoso ocurre en el mundo espiritual. El enemigo huye, las cadenas se rompen y los corazones se fortalecen. Por eso, no importa la situación que estés atravesando, si decides levantar tus manos y adorar, la presencia de Dios llenará tu vida con consuelo y esperanza. Recordemos que incluso en los momentos más oscuros, la luz de Dios resplandece cuando su pueblo le alaba con sinceridad.
La alabanza también transforma el ambiente. Donde hay adoración, hay gozo, hay paz y hay libertad. Las palabras de un cántico pueden ministrar al alma, pueden traer sanidad interior y pueden renovar nuestras fuerzas. Así como David tocaba su arpa y el espíritu maligno huía de Saúl, de la misma manera cuando entonamos cantos al Altísimo, las cargas desaparecen y la atmósfera cambia. Alabar a Dios no solo es un acto espiritual, sino una medicina para el alma.
Por eso, te invito a hacer de la alabanza un hábito diario. No esperes a estar en una iglesia o en un evento especial; alaba a Dios desde tu casa, mientras trabajas o mientras caminas. Dale gloria en cada paso, en cada decisión, en cada pensamiento. Si comienzas tu día con una canción para Él, notarás cómo todo cambia, cómo tu mente se llena de fe y tu corazón se llena de gratitud.
Finalmente, recordemos que nuestra alabanza no depende de las circunstancias, sino de quién es Dios. Él sigue siendo bueno, sigue siendo fiel y digno de toda adoración. Que tu vida sea una melodía continua de agradecimiento, que tu corazón cante aun en silencio, porque aquel que alaba nunca deja de ver la gloria de Dios manifestarse. Alábale hoy y siempre, porque Él es tu escudo, tu fortaleza y tu eterna ayuda. ¡A Dios sea toda la gloria!
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