El Señor es quien nos liberta, Él es quien nos ayuda y nos sostiene para que podamos seguir adelante. Por eso debemos alabarle cada día, porque cuando estamos en medio de la angustia Él nos rodea con cánticos y melodía a nuestro alrededor.
Así como el pueblo de Israel cantaba después de cruzar el Mar Rojo, nosotros también debemos levantar cánticos de liberación, porque cada victoria, cada respiro y cada día nuevo son una muestra del poder y la fidelidad de nuestro Dios. La adoración no solo debe estar presente cuando todo marcha bien, sino también en medio de la prueba, porque allí es donde el Señor se manifiesta con poder.
Dios nos da aliento y nos restaura, Él levanta nuestro espíritu para que podamos seguir adorando y glorificando su nombre santo y único. Aún cuando yo a Él cante Él vendrá y nos rodeará con su hermosa presencia.
Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás.
Salmos 32:7
Si nos detenemos a analizar en este versículo del libro de los salmos, nos daremos cuenta lo que el escritor de este salmo quería decir. Él estaba hablando de su único refugio que es Dios. Vemos que el escritor de este salmo tenía una plena confianza en el Señor, él sabía que Dios llegaría en su socorro, por eso él entonaba canciones para Él, hacía melodías para Dios su refugio.
Esa confianza que el salmista expresa también debe estar en nuestros corazones. En un mundo donde abundan las preocupaciones, la ansiedad y el miedo, debemos recordar que Dios es nuestro escondedero, nuestro escudo y fortaleza. Él no solo nos protege del mal, sino que llena nuestro entorno de cánticos de esperanza, de melodías que nos recuerdan que la victoria pertenece al Señor.
Debemos confiar y alabar el nombre del Dios Todopoderoso, dedicarle cánticos del corazón porque Él es merecedor de toda exaltación, de toda honra y honor.
La alabanza no es una opción para el creyente, es una necesidad espiritual. Cuando alabamos, el alma se fortalece, la fe se renueva y el corazón se llena de gratitud. A través de la adoración, reconocemos que todo lo que tenemos proviene de Él y que sin su gracia no podríamos sostenernos. Por eso, cada cántico, cada palabra, cada oración debe ser un sacrificio vivo de gratitud hacia nuestro Creador.
Debemos dar gracias, dar alabanzas, hacer cánticos nuevos cada día a nuestro Señor, Porque por Él somos liberados, somos salvados y restaurados. Él con su presencia nos rodea y nos cuida, por eso levantemos nuestras manos en son de adoración a nuestro Dios verdadero, no hay otro Dios más grande como Él, Él es el único que tiene el poder de hacer que nuestras vidas sean transformadas y libertadas.
Tú eres Mi Dios fiel, grande y verdadero, que hace justicia, que nos guarda y que nos sustenta. Oh pueblos, rindamos a Dios toda adoración que venga de nuestros sinceros corazones, pero que estas alabanzas sean sacrificadas a Dios de manera voluntaria y con obediencia.
Cuando te levantes de tu cama, da una alabanza al Señor, dile lo bueno y maravilloso que es, por eso canta himnos solo a Él. Anuncia sus buenas obras con cánticos nuevos al Dios Todopoderoso que vive y reina por siempre y para siempre. Amén.
Recordemos siempre que el propósito de nuestras vidas es glorificar a Dios. Que cada respiración sea una oportunidad para exaltar su nombre y que cada día nuestras acciones reflejen su amor. Aunque el mundo cambie y las circunstancias sean adversas, Dios sigue siendo el mismo, fiel y digno de toda alabanza. Que nuestros labios nunca se cansen de proclamar su bondad y que en todo tiempo nuestro corazón cante: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza y mi canción”.
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