Alabad la memoria de la santidad de Dios

Alegrémonos oh justos, gocémonos por Su santidad y Sus buenas maravillas para cada uno de nosotros. Alabemos la memoria de Su santidad perfecta y bondadosa que día a día nos acompaña.

A Él debemos buscar diariamente y agradecer por lo que ha hecho y por la hermosura de Su santidad perfecta, no dejemos de alabar su nombre ya que porque por su santidad estamos aquí. Recordemos que debemos ser santos porque Él es santo, así mismo lo dice Su Palabra.

Debemos alegrarnos y alabar la memoria de la Santidad de nuestro Dios, como nos dice el siguiente versículo:

Alegraos, justos, en Jehová, Y alabad la memoria de su santidad.

Salmos 97:12

Alabemos su poderío, porque sus obras son buenas y perfectas.

Todo lo que existe debe adorar Su santidad y la memoria de Su hermosa santidad, porque Dios es merecedor de que toda su creación le adore reconociendo su poder, su majestad y su belleza.

A la hora de ponernos en pie para adorar a Dios, hagámoslo con todo el gozo y alegría desde lo más profundo de nuestros corazones. Sintámonos agradecidos por todas las cosas que Dios hace con nosotros.

Oh, bendito seas mi Dios, por la misericordia que nos acompaña al junto de Tu santidad que es perfecta, divina y poderosa y que cada día nos enseña Tu hermosura a través de Tu santidad, porque Tú mi Dios, eres santo por los siglos de los siglos.

Aprendamos bien a ser agradecidos de nuestro Dios, no dudemos de estar gozosos en Él, alegrémonos en toda Su santidad. Seamos sabios y bendigamos el nombre de nuestro Dios en toda su hermosura de santidad perfecta y bendita que nos rodea día a día.

La santidad de Dios es uno de los atributos más sublimes que posee nuestro Creador. Ser santo significa estar completamente apartado del pecado, ser puro, justo y perfecto en todo. Por eso, cuando hablamos de la santidad de Dios, hablamos de Su naturaleza misma, aquella que no cambia y que se mantiene desde la eternidad. En la Biblia encontramos muchos ejemplos de cómo la santidad de Dios impacta la vida de sus hijos. Moisés, por ejemplo, tuvo que quitarse las sandalias cuando se acercó a la zarza ardiente, porque estaba en tierra santa. Esto nos enseña que acercarnos a Dios requiere reverencia y pureza de corazón.

Cada día que despertamos debemos recordar que su santidad no solo nos invita a adorarlo, sino también a imitarlo. Cuando la Escritura dice: “Sed santos porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16), nos está recordando que la santidad no es una opción, sino una forma de vida. Dios desea que sus hijos reflejen Su carácter en todo momento, mostrando amor, justicia, perdón y misericordia.

Por eso, al alabar la memoria de Su santidad, no solo lo hacemos con palabras o cantos, sino también con acciones que demuestran nuestra fe. Ser agradecidos, ayudar a los demás, mantenernos firmes en la verdad y apartarnos del mal son formas de honrar Su santidad. Cada acto de obediencia y cada palabra de gratitud son ofrendas agradables delante de Él.

Así que, cuando te acerques a Dios en oración o en alabanza, recuerda que estás delante de un Dios Santo, lleno de poder y majestad. Permite que Su santidad transforme tu manera de pensar, hablar y actuar. Vive cada día con un corazón dispuesto a glorificarle, sabiendo que Su santidad te guía, te protege y te santifica. Que toda nuestra vida sea una constante adoración al Dios que es Santo, Santo, Santo, el Señor Todopoderoso, cuya gloria llena toda la tierra.

En conclusión, alegrémonos en la santidad de nuestro Señor. Que nuestras vidas sean testimonio vivo de Su bondad y pureza. Recordemos siempre que Él es digno de toda alabanza, de toda gloria y de toda honra, porque Su santidad es perfecta, eterna e incomparable. ¡A Él sea toda la gloria por los siglos de los siglos!

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Aclamemos a Dios con cánticos
Espera en Dios, alma mía; porque aún he de alabarle

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