¿Quién cantará sus alabanzas?

Nosotros, todos tus fieles seguidores, cantaremos de tu gracia y bondad. Somos aquellos que hemos visto tus manos poderosas actuar en momentos difíciles, los que antes estábamos desamparados, sin esperanza ni dirección. Muchos que nunca habían conocido de tu amor ni habían probado tu paz, hoy levantan su voz para adorarte. Hombres y mujeres que, al ver tu bondad, también han aprendido a ser bondadosos. Todo aquel que había vivido sin misericordia, al conocerte, comienza a practicar tus buenas obras, Señor. Ellos te alabarán porque de ti, mi Dios, aprendieron cosas que estaban lejos de su entendimiento.

Cada uno de ellos te ofrecerá una adoración pura y sincera al Dador de la vida, a Cristo Jesús, nuestro Señor. Es bueno, agradable y necesario alabarte, mi Dios, reconocer que Tú eres el Rey sobre toda la tierra, el que camina con nosotros, el que no abandona a sus hijos. Que al abrir nuestra boca siempre salgan palabras de honra, honor y gloria al único Salvador de las naciones.

¿Quién expresará las poderosas obras de Jehová?
¿Quién contará sus alabanzas?

Salmos 106:2

¿Quién podría enumerar todas tus maravillas, Señor? Aunque muchos nieguen adorar tu santo nombre, tus hijos y tus fieles siempre te alabarán, porque Tú has sido bueno, misericordioso y maravilloso. Por eso debemos ser agradecidos, no solo por tus regalos, sino por quien eres Tú: Dios eterno, santo y soberano.

No debemos alabar a Dios solo porque Él ha tenido misericordia de nosotros, ni solo porque nos da el pan de cada día, o porque nos libró de alguna prueba. Debemos adorar a Dios porque Él es Dios, porque reina, porque es santo y digno de ser exaltado desde ahora y para siempre. Cantemos de Su paz, porque cuando Su paz llega, quita la amargura, rompe cadenas y sana el corazón. Cuando la tristeza quiere destruirnos, Dios se convierte en nuestro socorro, en nuestra roca firme. A Él exaltemos, solo a Él sea la gloria. Mantengamos Su nombre en lo más alto y sin temor proclamemos las maravillas que ha hecho.

Muchos guardan silencio, otros se avergüenzan de mencionar su nombre, pero nosotros no debemos negar nuestra adoración. Que nunca falte en nuestros labios una alabanza para nuestro Dios. Bendigamos Su nombre sin cesar, llevemos Su verdad a los lugares donde otros dudan, donde abundan las excusas para no adorarle. Qué privilegio es adorar a Dios; qué honra más grande que reconocer que si hoy estamos de pie es porque Él así lo ha permitido.

Recordemos que Su voluntad es la que sostiene nuestra vida. Si hoy respiramos, si aún caminamos, si aún tenemos esperanza, es porque Su gracia nos ha guardado. Por eso Él debe recibir loor y adoración por los siglos. No esperemos tiempos perfectos para adorar; adoremos también en medio de la prueba, porque la alabanza verdadera nace aún en medio del dolor.

Que nunca falte un canto para nuestro Dios. Que nuestras manos se levanten, no por costumbre, sino por gratitud. Que nuestra vida entera sea un cántico vivo que proclame: “Dios ha sido bueno conmigo”. Y aunque el mundo muchas veces no entienda, nosotros seguiremos declarando que no hay otro Dios como Él, que Su misericordia es grande y que Su fidelidad permanece para siempre.

Alabemos con todo el corazón, no con un simple canto superficial, sino con una entrega total. Porque Él es digno, Él es santo, Él ha perdonado nuestros pecados, y día tras día renueva Su misericordia sobre nosotros. Que nuestras voces y nuestro corazón estén alineados para adorar al Rey eterno. ¡A Dios sea la gloria por los siglos de los siglos!

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Su alabanza estará de continuo en mi boca
Alabaré a Dios en mi vida

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