En este artículo hablaremos del Salmo 27, escrito por el rey David. Recordemos que, aunque no escribió todos los salmos, sí compuso la mayoría, y muchos de ellos reflejan diferentes etapas de su vida: momentos de victoria, angustia, arrepentimiento, confianza y adoración. Este salmo en particular es uno de los más conocidos y amados por el pueblo de Dios, ya que expresa una profunda confianza en el Señor en medio de tiempos difíciles.
Si observamos cuidadosamente, la primera mitad del Salmo 27 es una declaración de fe, valentía y seguridad en Dios: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?”. Sin embargo, en la segunda parte del salmo se percibe un cambio de tono: David pasa de la confianza absoluta a una súplica humilde, pidiendo a Dios que no lo abandone. Por esta razón, algunos estudiosos han sugerido que este salmo podría ser la unión de dos composiciones diferentes. No obstante, también es posible que refleje lo que muchas veces ocurre en el corazón del creyente: una mezcla de fe y debilidad, de confianza y súplica.
De forma resumida, podríamos decir que la primera mitad del Salmo 27 proclama que Dios es la fortaleza de la vida de David y que no tiene por qué temer, mientras que la segunda mitad es una oración pidiendo la continua presencia de Dios. En este artículo nos centraremos particularmente en los versículos 5 y 6, donde David declara su confianza en la protección divina.
5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal;
Me ocultará en lo reservado de su morada;
Sobre una roca me pondrá en alto.6 Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean,
Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo;
Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.Salmos 27:5-6
David sabía que, aun cuando el enemigo se levantara en su contra, Dios lo protegería. Usando una figura del tabernáculo, expresa que Dios mismo lo escondería bajo Su cobertura en el día del mal. No confiaba en su espada, ni en su ejército, ni en sus habilidades como guerrero; su confianza estaba puesta en Dios. Sabía que el Señor era su refugio seguro y que en los momentos de angustia Él lo pondría sobre una roca firme, lejos del peligro.
Además, David había experimentado muchas veces la fidelidad de Dios. Cuando estaba siendo perseguido por Saúl, cuando peleó contra Goliat, o cuando los filisteos lo rodeaban, Dios siempre lo libró. En los libros de 1 y 2 Samuel podemos ver cómo el Señor cumplió Sus promesas y lo sostuvo en cada batalla. Por eso, en este salmo, David no solo recuerda victorias pasadas, sino que también expresa su confianza en que Dios seguirá siendo su protector.
David también reconoce que cada victoria proviene de Dios, y por ello declara que ofrecerá sacrificios de júbilo y cantará alabanzas. Él no se atribuye la gloria, sino que la entrega completamente al Señor. Esta es una actitud que todo creyente debe imitar: dar gracias a Dios no solo cuando todo va bien, sino también en medio de las pruebas, sabiendo que Él es digno de alabanza en todo tiempo.
El punto más importante es que David, a pesar de ser rey, guerrero y líder del pueblo de Israel, tenía claro que sin Dios no era nada. Su fortaleza no estaba en su posición, sino en la presencia de Dios. Por eso, aun en medio de las batallas, levantaba su voz en adoración y gratitud, reconociendo que todo lo que tenía era por la misericordia del Señor.
Así como David, también nosotros podemos confiar en que Dios nos esconderá en Su tabernáculo en el día del mal, que levantará nuestra cabeza y nos dará nuevas fuerzas. Cantemos y entonemos alabanzas a nuestro Dios, porque Él ha sido fiel, nos ha sostenido y nos ha hecho mucho bien.