En este salmo encontramos una de las declaraciones más firmes y profundas que David hace delante del Señor. No es una oración casual ni una expresión ligera, sino una promesa solemne de caminar recto, íntegro y apartado del mal. David entendía muy bien que prometer fidelidad a Dios no es simplemente decir palabras bonitas, sino comprometerse con un estilo de vida santo. Por eso, cuando afirma: “Corazón perverso se apartará de mí”, lo está diciendo con absoluta convicción. Él sabía que la rectitud no es algo que ocurre por accidente, sino el resultado de decisiones conscientes, valientes y constantes.
Uno de los principios más reveladores que David menciona en este salmo es su determinación de elegir bien aquello que pondría delante de sus ojos. Él comprendía que la vista es una puerta al corazón y que lo que contemplamos puede elevarnos espiritualmente o hundirnos en el pecado. Por eso tomó la decisión de no mirar cosas que lo contaminasen, que lo distrajesen de su propósito o que despertaran deseos incorrectos. Su meta era mantenerse lejos de la perversidad y también de la lujuria, dos enemigos silenciosos que pueden hacer tropezar aun a los más fuertes.
En nuestra vida diaria, esta enseñanza sigue siendo completamente vigente. Vivimos en un mundo saturado de imágenes, mensajes y contenidos que buscan desviar nuestra mente y nuestro corazón. Por eso la determinación de David debe inspirarnos. No podemos permitirnos consumir cualquier cosa, entretenernos con cualquier contenido ni abrirle la puerta a influencias que dañen nuestra alma. Poner los ojos en lo que es injusto no es algo inofensivo; la Biblia lo llama pecado. Y David, consciente de esto, huía deliberadamente de tales cosas.
Por eso pronuncia con tanta fuerza las palabras que encontramos en este versículo:
Corazón perverso se apartará de mí;
No conoceré al malvado.Salmo 101:4
David no solo se proponía evitar el mal, sino también alejar de su entorno a personas malvadas, corruptas o de corazón perverso. No porque despreciara a nadie, sino porque sabía que la compañía incorrecta contamina, destruye la paz interior y puede llevar al creyente a apartarse del camino recto. Para él la santidad no era negociable, y eso incluía la decisión de no convivir ni entretenerse con actos injustos o con quienes los practican.
Este salmo nos enseña algo crucial: la integridad requiere decisiones firmes. No podemos decir que deseamos agradar a Dios y al mismo tiempo llenar nuestra mente con contenido inmoral. No podemos aspirar a una vida espiritual sólida si no controlamos lo que miramos, lo que escuchamos y las personas con las que compartimos nuestras horas. La vida cristiana exige discernimiento y valentía; exige decir “no” a lo que contamina, aunque sea popular, entretenido o culturalmente aceptado.
Querido amigo, presta mucha atención a este mensaje. Examina con sinceridad qué cosas estás poniendo delante de tus ojos. ¿Son puras? ¿Son edificantes? ¿Acercan tu corazón al Señor o lo alejan? Nadie puede hacer este examen por ti. Así como David tomó decisiones radicales para guardar su corazón, tú también debes hacerlo. Dios nos llama a vivir con sabiduría, a elegir bien nuestro camino y a evitar aquello que apaga el Espíritu.
Recuerda siempre que los ojos de Dios están sobre todos, y Él es justo. Él conoce nuestras intenciones, nuestros pensamientos y todo lo que permitimos entrar en nuestra mente. No se trata de vivir con miedo, sino con responsabilidad espiritual. Cuando elegimos bien, cuando decidimos apartarnos del mal, cuando decimos: “Corazón perverso, apártate de mí”, entonces estamos caminando como David: con un corazón firme, fiel y dispuesto a honrar al Señor en cada paso.