La adoración es una parte esencial en la vida de la iglesia de Cristo. No es simplemente un acto musical o un momento emotivo dentro del servicio dominical; es una declaración de identidad para el creyente. La misma Biblia enseña que hemos sido creados para la alabanza de Su gloria, lo que significa que nuestra existencia entera tiene un propósito espiritual orientado hacia Dios. Desde Génesis hasta Apocalipsis, las Escrituras revelan cómo la adoración acompaña al pueblo de Dios en cada etapa, y cómo incluso en los momentos más oscuros juega un papel vital para sostenernos, fortalecernos y recordarnos quién es nuestro Señor.
Cuando enfrentamos problemas emocionales, uno de los mayores desafíos es no permitir que la angustia nos domine. Santiago, en su carta, nos instruye claramente: “¿Está alguno afligido? Haga oración”. Es una invitación directa a volcar el corazón delante de Dios, a correr hacia Él en lugar de alejarnos. Y si somos sinceros, no existe persona en la tierra que no experimente momentos de tristeza, ansiedad, desánimo o confusión. Lo que marca la diferencia no es la ausencia de problemas, sino la manera en que los afrontamos cuando vienen.
El pastor Louie Giglio, de la iglesia Passion City en Atlanta, ha compartido públicamente sus propias experiencias con la depresión, un tema que a muchos creyentes les cuesta abordar. Giglio relató que hubo temporadas en su vida donde la oscuridad parecía insoportable, y en medio de ese valle profundo descubrió algo poderoso: la adoración puede convertirse en un refugio. Él explicó que dar “play” a alabanzas cristianas se convirtió en una herramienta espiritual que le ayudó a luchar contra los pensamientos oscuros y a combatir la depresión producida por la enfermedad emocional.
Según su testimonio, había momentos en los que ni siquiera tenía fuerzas para orar con palabras, pero la música cristiana servía como un recordatorio constante de las verdades que su corazón necesitaba escuchar: que Cristo está cerca, que Él es fiel, que Su amor permanece y que no estamos solos. Las letras de adoración se transformaron en un ancla para su alma, una forma de aferrarse a Dios cuando sus emociones parecían derrumbarse.
El pastor Giglio anima a todos aquellos que atraviesan depresión, ansiedad u otros dolores emocionales a que llenen su ambiente con música del cielo. No como una fórmula mágica, sino como un medio para elevar la mente hacia Cristo y recordar que Él es nuestra esperanza. En ocasiones, una canción puede ser ese pequeño hilo que nos mantiene conectados con Dios cuando sentimos que no podemos más. Lo importante es no permitir que el silencio interior sea ocupado por pensamientos destructivos, sino reemplazarlo con adoración, con verdad y con la presencia del Señor.
Giglio concluyó su reflexión afirmando que Jesús es el único antidepresivo verdadero, no porque anule la realidad del sufrimiento, sino porque Él mismo es la respuesta definitiva al dolor humano. Y recordó algo precioso: nuestro caminar en la tierra es solo el comienzo. Estamos ensayando para una eternidad donde viviremos adorando a Dios sin lágrimas, sin cargas y sin noches oscuras. Por eso, aun en medio de la angustia, la adoración abre una ventana hacia lo eterno y nos ayuda a recordar que lo mejor aún está por venir.