Disney ha sido durante décadas una empresa influyente en el entretenimiento familiar, pero en los últimos años se ha visto envuelta en numerosas controversias por promover valores y agendas que muchos consideran contrarias a los principios bíblicos. Películas aparentemente inofensivas, como Lightyear, incluyen escenas y mensajes que normalizan relaciones del mismo sexo frente a un público mayormente infantil, algo que ha generado preocupación en miles de padres alrededor del mundo.
Sin embargo, la polémica ha aumentado aún más con la llegada de la serie “Little Demon” (“Pequeña diabla”), una producción animada cuya trama gira en torno al nacimiento de una niña que es hija de Satanás y de una hechicera. La serie sigue su vida hasta que cumple 13 años, momento en el que el diablo aparece para reclamar su alma y enseñarle a ignorar cualquier concepto de pecado o moralidad. El mensaje central es que nada está mal, que cada persona puede vivir según sus deseos sin importar las consecuencias, enviando un mensaje completamente contrario a los valores cristianos.
Este tipo de contenido resulta sumamente preocupante, especialmente porque visualmente puede atraer a niños y adolescentes, quienes aún están formando criterios sobre la vida, la moralidad y su identidad. Presentar al diablo como un personaje divertido o “cool” no solo trivializa el mal espiritual, sino que además busca normalizar ideas que contradicen frontalmente las enseñanzas de la Biblia. La serie celebra la hechicería, promueve la rebeldía espiritual y presenta el pecado como algo deseable, eliminando cualquier distinción entre lo correcto y lo incorrecto.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿Acaso Disney desconoce el impacto que este tipo de contenido tiene en la nueva generación? La respuesta es evidente: claro que lo saben. La compañía conoce perfectamente el poder que tienen las historias sobre los niños, pues durante años construyeron su reputación creando contenido que marcó a generaciones completas. Sin embargo, el rumbo actual indica una intencionalidad clara: normalizar elementos espirituales oscuros y ridiculizar la cosmovisión cristiana.
Esta situación ha sido denunciada por organizaciones que defienden la niñez y los valores familiares. Una de ellas es el grupo One Million Moms, que ha pedido públicamente que la serie sea eliminada debido a su naturaleza dañina. En su comunicado expresaron:
“Junto con el contenido demoníaco de esta serie, las mentes de los espectadores más jóvenes también se verán inundadas con visiones seculares del mundo que reflejan la cultura actual.”
La organización también destaca que la serie presenta hechicería, violencia espiritual, lenguaje inapropiado y escenas de personas desnudas sin censura, lo cual para muchos resulta totalmente inapropiado en cualquier tipo de serie animada. Aunque la producción está catalogada para adultos, el estilo gráfico y la narrativa la hacen particularmente accesible a jóvenes curiosos.
Otro punto alarmante es la forma en que la serie retrata el infierno. En lugar de mostrarlo como un lugar de tormento, separación de Dios y juicio —tal como enseña la Biblia— lo presenta como un sitio divertido y lleno de locuras. Esta distorsión no es casual, sino parte de un esfuerzo cultural por minimizar la realidad espiritual y ridiculizar la enseñanza bíblica.
No es un secreto que muchos de los productores, guionistas y creativos de las grandes compañías no creen en Dios ni en la autoridad de la Biblia. Por eso, con frecuencia vemos contenidos que desafían abiertamente las convicciones cristianas y que buscan moldear la mente de las nuevas generaciones con una moralidad completamente diferente. La estrategia es clara: normalizar aquello que la Biblia llama pecado y desacreditar todo lo que promueve una vida conforme a la verdad de Dios.
Frente a estas realidades, los cristianos debemos ser sabios y vigilantes. Debemos proteger el corazón de nuestros hijos, discernir qué consumen y recordar que la lucha por su mente y alma es completamente real. La Palabra nos llama a examinarlo todo y retener lo bueno (1 Tesalonicenses 5:21). No se trata de vivir con miedo, sino de estar alertas ante una cultura que cada vez más rechaza la luz del evangelio.
En conclusión, producciones como “Little Demon” no son simples caricaturas: son reflejo de una lucha espiritual y cultural donde se busca redefinir la moralidad y alejar a la gente de la verdad bíblica. Como creyentes, debemos permanecer firmes, informados y conscientes de lo que se está mostrando a nuestra generación.