Cada día enfrentamos luchas fuertes, visibles e invisibles, porque hay un enemigo que no descansa, que constantemente nos acusa y busca hacernos tropezar. El diablo intenta destruir nuestra fe, sembrar dudas y apartarnos de los caminos del Señor. Pero tengo para ti una noticia poderosa y esperanzadora: Dios está contigo como poderoso gigante. Él es tu defensa, tu fortaleza y tu refugio seguro. Aunque las batallas sean intensas, no temas, porque el Señor pelea por ti. Mantente fiel, persevera en la oración y en la confianza, porque Dios ha prometido darte la victoria.
Confiemos plenamente en nuestro Dios. Él es todopoderoso y Su misericordia es infinita; cada día nos alcanza y nos sostiene. Cuando los problemas nos rodean, debemos recordar que no caminamos solos. El Señor está presente aun cuando no lo sentimos. Por eso, no fijemos nuestra mirada en las dificultades ni en las circunstancias, sino en Aquel que tiene poder para vencerlas. Miremos al Dios que abre caminos donde no los hay, al que convierte la derrota en triunfo y la tristeza en gozo. Cantemos con el corazón, no con miedo, sino con fe, porque cuando adoramos, el enemigo huye y Dios se glorifica en medio de nuestras batallas.
¿De quién viene nuestra victoria? ¿Acaso no proviene del Dios grande, fuerte y eterno que gobierna sobre todo? Él es nuestra fuerza, nuestro escudo y nuestra defensa. Su escudo está delante de nosotros, Su presencia nos protege como una muralla alrededor. Cuando el enemigo se levanta, Dios se levanta primero a favor de los suyos. Él no desampara al justo ni abandona al que confía en Su nombre. Por eso, levantemos nuestras voces y proclamemos Su grandeza en todas partes. Digámosle al mundo que nuestro Dios vive, que reina con poder y que ninguna fuerza del mal puede derrotar a los que caminan bajo Su cobertura.
Canta con júbilo al Señor. Proclama que la victoria viene de Él, no de nuestra fuerza ni de nuestras estrategias humanas. La victoria pertenece a Dios, y Él la comparte con los que le aman. Aun cuando parezca que la batalla está perdida, recuerda que en Cristo ya hemos vencido. Alaba Su nombre con alegría, porque Su autoridad se manifiesta en nosotros y Su poder es visible en cada paso de fe que damos. Cada vez que adoramos, demostramos que creemos más en Su promesa que en nuestros temores. Dios habita en medio de la alabanza de Su pueblo, y donde Él habita, hay victoria.
Sigue confiando en Dios, porque tu victoria está en Sus manos poderosas. Él no te dejará solo ni te ha dejado en ningún momento. Aunque las pruebas sean duras y los silencios prolongados, recuerda que el silencio de Dios no significa ausencia, sino preparación. Aun cuando parezca que Él guarda silencio, sigue obrando en tu favor. Está abriendo puertas, fortaleciendo tu fe y preparando el momento perfecto para mostrar Su gloria. Por eso, no te rindas ni te desanimes; levanta tu mirada y cree que el mismo Dios que peleó por David, Daniel y Esther, pelea también por ti hoy.
Mas gracias sean dadas a Dios,
que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
1 Corintios 15:57
El apóstol Pablo escribió estas palabras para recordarnos que la verdadera victoria no viene de nosotros, sino del poder de Cristo. Él venció la muerte, derrotó al pecado y nos hizo más que vencedores por medio de Su amor. Esa victoria no depende de nuestras circunstancias, sino de la obra perfecta de Jesús en la cruz. Por eso, aunque el enemigo nos ataque, nuestra esperanza está segura. La victoria ya fue ganada, y nosotros caminamos en ella. No hay fuerza contraria que pueda cambiar lo que Dios ha decretado a favor de los que le aman.
Así que confiemos en Dios, adoremos Su nombre y mantengámonos firmes. La victoria pertenece a los justos, a los que caminan con un corazón recto delante del Señor. Aun cuando el mundo se oponga, sigamos cantando alabanzas, porque mientras el enemigo trama destrucción, Dios prepara bendición. Él es nuestro poderoso gigante, nuestro escudo y nuestra fortaleza. En Sus manos están nuestras batallas, y en Su nombre declaramos con fe: “¡Gracias, Señor, por la victoria que ya me has dado!”.