Icono del sitio Mi Mejor Alabanza

Vengo a hablarte mi Señor, abrí mi corazón para cantarte a Ti

Cada día enfrentamos circunstancias distintas en el mundo en que vivimos, y muchas de ellas ponen a prueba nuestra fe y obediencia. Las distracciones, las preocupaciones y los deseos del corazón humano pueden hacernos tropezar y alejarnos de la voluntad de Dios. Por eso debemos mantenernos atentos, con una mente sobria y un espíritu vigilante, orando al Dios de los cielos para que nos proteja de todo lo que nos asedia. El enemigo siempre busca oportunidades para desviar nuestra mirada del Señor, pero la oración constante y una vida de comunión con Él nos mantienen firmes. La Palabra de Dios nos exhorta a “velar y orar” para no caer en tentación, y esa sigue siendo la clave para resistir en tiempos difíciles.

Es bueno presentarnos delante de Dios con un corazón dispuesto, humillado y sincero. Él no desprecia un corazón contrito y quebrantado. Cuando nos acercamos a su presencia suplicando sabiduría, Él responde con dirección y fortaleza. La sabiduría que viene de lo alto nos ayuda a enfrentar las adversidades con fe, sin desesperarnos ni actuar por impulso. Debemos alabar Su nombre porque es grande y poderoso, y porque día tras día realiza obras maravillosas en nosotros. Aunque muchas veces no comprendemos los procesos que atravesamos, podemos confiar en que todo lo que Dios permite tiene un propósito eterno. Cantemos con gozo por las grandes cosas que Él ha hecho, porque cada respiración, cada amanecer y cada respuesta a la oración son testimonio de Su fidelidad.

Rindámonos completamente delante de Dios. No hay mayor descanso que entregar nuestras cargas y abrir el corazón para que Él lo restaure. Cuando permitimos que el Señor gobierne nuestra vida, encontramos paz en medio del caos. Un Dios tan grande y santo merece toda gloria, toda honra y toda exaltación que salga de lo profundo del alma. La adoración verdadera no consiste solo en palabras, sino en una vida rendida, en la obediencia diaria y en la gratitud sincera. Dios es grande y poderoso, y Sus maravillas son incomparables. Él hace lo imposible posible, cambia corazones, abre caminos donde no los hay y transforma la tristeza en gozo. Al reconocer Su grandeza, el alma encuentra sentido y propósito.

Su sabiduría nos enseña cada día; Su poder nos protege y Su misericordia nos levanta. No hay momento en el que Su mano deje de obrar en favor de quienes le aman. Aunque a veces no lo veamos, Él está obrando en lo oculto, guiando nuestros pasos y preparando el camino. Su fidelidad es constante, Su amor inagotable y Su gracia suficiente para cada día. Por eso, debemos dar gracias siempre, incluso cuando enfrentamos pruebas. Cada dificultad es una oportunidad para ver la mano de Dios actuando. Sea Su nombre alabado eternamente, porque en Él vivimos, nos movemos y existimos.

Hoy más que nunca necesitamos recordar que dependemos completamente de Dios. Cuando el miedo, la enfermedad o la incertidumbre golpean nuestras vidas, solo Su presencia puede darnos consuelo y esperanza. Por eso, inclinémonos ante Él con humildad, reconociendo Su soberanía y Su amor. Digamos con gratitud: “Señor, Tú eres mi roca, mi refugio y mi fortaleza. Gracias por cuidar de mí, de mi familia y de todo lo que me has confiado”. Que nuestra oración diaria sea un acto de entrega y adoración. Que los cielos, la tierra y todo ser humano glorifiquen Su santo nombre, porque no hay otro como Él, digno de toda alabanza.

dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú,
ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra,
que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos,
los que andan delante de ti con todo su corazón;

1 Reyes 8:23

Estas fueron palabras dichas por el rey Salomón durante la dedicación del templo, un momento solemne en el que reconoció públicamente la grandeza de Dios. Salomón comprendió que no existía otro ser en el universo comparable a Él: ni en el cielo ni en la tierra. Aquel templo, aunque majestuoso, no podía contener al Dios Todopoderoso. Esa misma verdad sigue vigente hoy: no hay límite para Su presencia ni para Su poder. Él guarda Su pacto y muestra misericordia a quienes le aman y andan con corazón íntegro delante de Él. Así como Salomón se postró en reverencia, nosotros también debemos hacerlo cada día, reconociendo Su majestad y Su bondad.

Dios es grande, fuerte y fiel. Por eso, debemos rendirle adoración exclusiva, sin dividir nuestro corazón entre lo terrenal y lo divino. Al hacerlo, experimentaremos Su paz, Su dirección y Su protección. Que toda nuestra vida sea una expresión de alabanza al Dios que gobierna el cielo y la tierra, y que todo lo que hagamos refleje Su gloria. Amén.

Con un corazón humilde, Te alabaré y me gozaré cuando cante a Ti
Dios permanece siendo fiel ante un pueblo infiel
Salir de la versión móvil