Alabemos el santo nombre de Dios porque Él está en medio de nosotros

Seamos gratos delante de nuestro Dios, cantemos a Él porque Su presencia está en medio de nosotros y con Él estamos más que seguros. Él es nuestro amparo, nuestro refugio, y Sus moradas nos rodean día tras día. El simple hecho de despertar y tener aliento de vida ya es motivo para agradecer, porque todo lo que tenemos proviene de Su mano. Vivimos, respiramos, caminamos y existimos por Su gracia.

Cuando hablamos de ser gratos delante de Dios, hablamos de un corazón que reconoce que nada merece, pero que todo lo ha recibido. Ser agradecidos es entender que Dios ha hecho grandes cosas por nosotros, que está obrando aun cuando no lo vemos, y que también tiene preparado para nosotros un futuro glorioso. Dios ha sido bueno, es bueno y seguirá siendo bueno. Él es santo, fiel y verdadero, y pronto reinaremos con Él por los siglos de los siglos. Alabemos por este hecho maravilloso de nuestro Señor. Alabemos por Su grande misericordia y Su bondad, que nos siguen todos los días de nuestra vida.

Cantemos himnos de gratitud a Dios. Alabemos Su nombre porque Su poder y Su presencia se manifiestan en nosotros. Alabemos porque le podemos sentir en lo profundo del alma, porque Su Espíritu nos consuela, nos redarguye y nos fortalece. Cuando sentimos Su presencia, nuestro corazón se llena de gozo, nuestros ojos se humedecen y nuestra alma reconoce que no hay mayor privilegio que estar ante Él. Ser visitados por la presencia del Dios grande y fuerte es un regalo inmerecido que debe llevarnos a la adoración.

Las moradas que fue a preparar nuestro Señor Jesús son eternas. Él mismo lo dijo: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Esa promesa es firme y verdadera. Reinaremos con Él para siempre, en un lugar donde no habrá más lágrimas, ni enfermedad, ni muerte. Alabemos por esta promesa tan grande. Dios no miente ni echa Su palabra al suelo; Él es la verdad, el camino y la vida. Alabemos porque Su gloria es grande, Su poder nos cubre y Su diestra está por encima de nosotros, sosteniéndonos aun cuando sentimos que ya no podemos más.

3 Y oí una gran voz del cielo que decía:
He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos;
y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte,
ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

Apocalipsis 21:3-4

Alabemos por estas palabras de nuestro Señor dirigidas a todos Sus hijos, a todos los que perseveran, a todos los que guardan la fe hasta el final. No hay promesa más dulce ni esperanza más gloriosa que saber que Dios mismo estará con nosotros, caminando entre Su pueblo. Ya no habrá lágrimas, porque Él las enjugará. Ya no habrá dolor, porque Él hará nuevas todas las cosas.

Por esto, vivamos en santidad. Él es fiel, alabemos Su nombre y seamos santos por encima de todas las cosas, porque sin santidad nadie verá al Señor. Perseveremos en medio de las pruebas, adoremos aun en la dificultad, seamos agradecidos aun cuando no entendamos lo que sucede. Cada obediencia, cada lágrima y cada alabanza sincera están acumulando un incomparable peso de gloria más allá del cielo.

Que nuestra vida entera sea un cántico de gratitud, que nuestras palabras, pensamientos y acciones reflejen que pertenecemos a Cristo. Que cada día vivamos con la mirada puesta en la eternidad, esperando aquel día cuando estemos en Sus moradas celestiales, contemplando Su rostro. Amén.

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Con alegría y gozo cantaré al Señor, porque Su misericordia me sostiene
Cantad a Dios, aclamad Su Nombre