Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo

El Salmo 84 fue escrito por los hijos de Coré y Spurgeon consideró el mismo como «la perla de los salmos». En palabras de Spurgeon: «Si el veintitrés es el más popular, el ciento tres el más alegre, el ciento diecinueve el más profundamente experimental, el cincuenta y uno el más lastimero, este es uno de los más dulces Salmos de Paz”.

En este salmo 84, el pueblo judío se encontraba cautivo y estaban lejos de la casa de Dios, y una de las grandes frustraciones de los hijos de Coré expresadas en sus salmos, es estar lejos de la casa de Dios, es ese deseo intenso por ir y adorar a Dios en su casa. Sin embargo, a través de sus escritos nos demuestran que ellos mantenían esa fe de que volverían a dar adoración al Dios vivo.

Fíjese bien, el salmista dice en el verso 1:

¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos!
Salmos 84:1

El salmista no dice: Cuán amables «eran» tus moradas, oh Jehová de los ejércitos!. ¡No! Para él las moradas de Dios, su santo templo, aún era algo amable donde rendir adoración a Dios, y esto es parte de la esperanza que tenía el mismo. A pesar de que su presente era algo devastador, él sabía que no sería así para siempre.

Continúa:

Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová;
Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.
Salmos 84:2

Este segundo verso nos demuestra la profundidad espiritual de los hijos de Coré. Primero, tenían ese deseo ardiente de poder estar en la casa de Dios; segundo, a pesar de todas las pruebas y dificultades que estaban pasando siendo cautivos, reconocían que su corazón y su carne tenían que adorar y cantar al Dios vivo, al único Dios vivo.

Este Salmo debe servirnos como un ejemplo para sentir amor por la casa de Dios y para entender la importancia de la verdadera adoración y alabanza ante Dios.

Cuando leemos el resto del salmo, vemos una progresión espiritual hermosa. Los hijos de Coré no solo expresan nostalgia por el templo, sino también una comprensión profunda de la presencia de Dios. Ellos entendían que aunque estuvieran lejos del templo físico, el Señor seguía siendo digno de adoración. Esta actitud refleja lo que hoy deberíamos sentir cada creyente: anhelar estar en la presencia de Dios no solo en un edificio, sino en comunión constante con Él.

El versículo 4 dice: “Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán.” Esta declaración nos recuerda que la verdadera felicidad no se encuentra en las posesiones ni en las circunstancias, sino en habitar en la presencia del Señor. Aquellos que viven en comunión con Dios encuentran gozo en alabarle continuamente, porque saben que su fuerza y su paz vienen solo de Él.

Más adelante, el verso 10 expresa una de las frases más conocidas del Salmo: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.” Este pasaje muestra la devoción absoluta del salmista. Un solo día cerca de la presencia de Dios vale más que mil días en cualquier otro lugar. Nos enseña que no hay mayor satisfacción ni alegría que la de servir a Dios y permanecer bajo su cuidado.

El Salmo 84 también nos invita a reflexionar sobre el peregrinaje espiritual. En los tiempos antiguos, el pueblo subía a Jerusalén para adorar, y ese camino era símbolo de fe, sacrificio y esperanza. Hoy nosotros caminamos espiritualmente hacia la presencia de Dios cada vez que oramos, leemos su Palabra o nos reunimos en adoración. Esa búsqueda constante fortalece nuestra fe y nos acerca más al corazón de Dios.

Finalmente, el salmo concluye con una verdad que debemos grabar en nuestros corazones: “Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía.” (Salmos 84:12). En medio de las pruebas, el gozo y la seguridad del creyente están en confiar plenamente en el Señor. No importa cuán lejos nos sintamos o cuán difíciles sean las circunstancias, Dios sigue siendo nuestro refugio y nuestra fuerza.

Así como los hijos de Coré anhelaban volver al templo, nosotros debemos anhelar cada día estar más cerca de Dios, adorándole con sinceridad y obediencia. Que este salmo nos inspire a valorar su presencia, a mantener viva nuestra fe y a proclamar con gozo: “Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos”.

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Cantad a Dios, cantad
Con cánticos de liberación me rodearás