Este artículo está basado en el Salmo 79, un salmo de Asaf. Este fue escrito luego de la destrucción de Jerusalén de parte de los babilonios. Sin duda alguna, este fue un evento muy traumático e importante en el pueblo judío, de manera que se describe unas cuatro veces en el antiguo testamento (2 Reyes 25, 2 Crónicas 36:11-21, Jeremías 39:1-14, y Jeremías 52).
Sin embargo, un momento difícil, un momento de vergüenza, nunca fue suficiente para que un verdadero adorador dejara de reconocer su propósito. Por eso el salmista escribió al final de este salmo:
Y nosotros, pueblo tuyo, y ovejas de tu prado, Te alabaremos para siempre; De generación en generación cantaremos tus alabanzas.
Salmo 79:13
A pesar de la gran destrucción que hubo y de como habían sido humillados, el salmista reconocía que aún seguían siendo el pueblo de Dios, ovejas de su prado. Y no había perdido el sentir de que tenían que adorar a Dios para siempre, por todos los siglos, todas sus generaciones.
La adoración no era algo negociable, ellos sabían bien que tenían que dar alabanzas a Dios en los momentos malos y buenos, en las victorias y derrotas. Y de la misma manera debemos actuar usted y yo, dar alabanzas a Dios sin importar lo que estemos pasando, ya que Él es merecedor de toda la gloria y honra.
Este salmo también nos recuerda que el pueblo de Dios reconocía su necesidad de perdón. Asaf clamaba a Dios para que tuviera misericordia de ellos y no los tratara conforme a sus pecados. En medio del dolor, había arrepentimiento y esperanza. Aunque Jerusalén había sido destruida, la fe en Dios seguía viva. Asaf sabía que Dios podía restaurar lo arruinado, sanar lo que estaba quebrantado y volver a levantar a su pueblo.
Es hermoso ver cómo aun en medio del juicio, la fe no muere. El salmista reconoce que la justicia de Dios es perfecta, y que el sufrimiento muchas veces viene como consecuencia de la desobediencia. Sin embargo, también entiende que Dios es compasivo y lento para la ira. Por eso eleva su oración, no con orgullo, sino con humildad, sabiendo que solo el Señor puede traer salvación y restauración.
En la actualidad, este pasaje sigue teniendo gran valor espiritual. Muchos creyentes enfrentan situaciones difíciles, pérdidas y momentos de dolor, pero el llamado sigue siendo el mismo: seguir alabando a Dios en medio de las ruinas. Cuando todo parece perdido, la adoración se convierte en un acto de fe y de esperanza. Es declarar que, aunque no entendamos el porqué de las circunstancias, seguimos confiando en el carácter fiel de Dios.
La frase “ovejas de tu prado” refleja intimidad y pertenencia. Dios sigue cuidando de su pueblo, incluso cuando este atraviesa tiempos de disciplina. Él no abandona a los suyos, sino que los corrige con amor para que vuelvan a Su camino. Esto nos enseña que la adoración genuina no depende de las circunstancias externas, sino de una relación profunda con el Creador.
Así como Asaf y su pueblo decidieron alabar a Dios de generación en generación, nosotros también debemos transmitir esa fe a los que vienen detrás. Que nuestros hijos y nietos vean en nosotros un ejemplo de fidelidad, de adoración sincera, incluso en medio de la dificultad. Porque Dios sigue siendo digno de toda exaltación, y su misericordia no tiene fin.
Conclusión: El Salmo 79 nos invita a no perder la fe cuando todo parece derrumbarse. Nos recuerda que la alabanza no es solo para los días buenos, sino también para los tiempos de prueba. Dios sigue siendo nuestro Pastor, y nosotros seguimos siendo sus ovejas. Que nuestra adoración sea constante, sincera y eterna, pues solo Él merece toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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