Alabaré el nombre de Dios con cántico

En esta ocasión hablaremos sobre el Salmo 69, escrito por el Rey David. Démonos cuenta de algo, cada salmo nos invita de una manera u otra a exaltar el nombre de Dios, es algo natural de cada cántico. El punto es que la Biblia resalta el poderío de Dios, todo en la Biblia es acerca de Él , de dar adoración y alabanzas a Él.

Hoy en día tenemos miles de canciones cristianas y muchas de ellas nos han bendecido, porque con sus letras exaltan el poderío y la grandeza del Señor, y es que ese es el punto principal de la alabanza: «Dar gloria a Dios». Los salmistas tenían esto bien claro, y nuestra oración debe ser que nuestros compositores de hoy se apeguen a la Biblia y den gloria a Dios con esas alabanzas.

La Biblia dice:

30 Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, Lo exaltaré con alabanza.
31 Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey, O becerro que tiene cuernos y pezuñas;
32 Lo verán los oprimidos, y se gozarán. Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón,
33 Porque Jehová oye a los menesterosos, Y no menosprecia a sus prisioneros.
34 Alábenle los cielos y la tierra, Los mares, y todo lo que se mueve en ellos.
Salmos 69:30-34

No importa en la condición que nos encontremos, Dios es merecedor de toda gloria y de toda honra, y debemos darle alabanzas, cánticos espirituales, porque para eso hemos sido creados.

Si lees el Salmo completo te darás cuenta que posiblemente este sea uno de los salmos más tristes que hay, sin embargo, esa tristeza no era suficiente para disuadir a David de adorar y dar alabanzas a Dios. En el primer verso el salmista le pide a Dios salvarlo porque las aguas han entrado hasta su alma.

Hermanos, solo Dios nos puede salvar y en los momentos difíciles solo Él hace que esa alabanza se mantenga en nuestros labios.

Este Salmo nos enseña que incluso en medio del dolor y de las circunstancias más angustiantes, el corazón del verdadero adorador no se apaga. David se encontraba rodeado de enemigos, incomprendido por muchos, y aun así su voz se levantaba hacia el cielo. Es una gran enseñanza para nosotros, porque la adoración no depende de las circunstancias, sino del reconocimiento del poder y la fidelidad de Dios.

A través de este pasaje, comprendemos que Dios se agrada más de un corazón sincero que le canta y le alaba, que de los sacrificios materiales. Él mira la intención del alma, no la grandeza de lo que ofrecemos. Cuando entonamos un cántico a Dios, Él se complace en oírnos, y su presencia trae consuelo, paz y esperanza.

Además, el salmista nos recuerda que Dios no desampara a los oprimidos ni a los necesitados. Es un mensaje poderoso para todos los que sienten que su vida se ha llenado de dolor o soledad. Aun cuando las “aguas” —como las de David— parecen ahogarnos, la promesa es que el Señor oye nuestro clamor y está atento a nuestras oraciones.

Cada verso del Salmo 69 refleja una batalla interna, pero también una fe que se mantiene firme. Esa es la verdadera adoración: cuando a pesar del sufrimiento, decidimos seguir cantando. Por eso el texto culmina invitando a toda la creación a unirse en alabanza. “Alábenle los cielos y la tierra, los mares y todo lo que se mueve en ellos”. Es un llamado universal a exaltar a Dios, porque toda la creación depende de Él y fue hecha para su gloria.

Cuando atravesamos momentos difíciles, debemos recordar que la alabanza tiene poder. Es en medio de los valles donde se prueba la fe y donde nuestra adoración se vuelve más genuina. Así como David, debemos levantar nuestras manos y decir: “Alabaré el nombre de Dios con cántico”. Que nuestras voces se unan a las de los cielos, declarando que Dios sigue siendo fiel, justo y digno de toda exaltación.

Que cada día aprendamos del corazón de David, un adorador que no dejó de cantar, aun cuando su alma estaba turbada. Que su ejemplo nos inspire a mantenernos firmes en la fe, a no rendirnos ante la tristeza, y a seguir proclamando que nuestro Dios vive, reina y merece toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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Te alabaremos para siempre
Te alabaré para siempre