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Te alabaré para siempre

Oh, Señor Dios mío, a Ti te alabaré por siempre, porque Tú has sido bueno para mí, precioso para mí. Tú has sido mi refugio y mi roca de salvación. En momentos difíciles eres Tú quien me ha sostenido. Cuando todo parecía derrumbarse, Tu mano me sostuvo y Tu misericordia me cubrió. No hay lugar más seguro que estar bajo Tu protección, ni amor más grande que el que Tú nos has mostrado. Aun cuando el corazón se debilita y el alma se siente sin fuerzas, Tu presencia refresca el espíritu y llena de esperanza al cansado. Por eso, aun en medio de las tormentas, mi voz proclamará que Tú eres mi Dios fiel.

Debemos alabarte, Dios, y cantar salmos a Tu bendito y santo nombre. Todas Tus obras, hechas con Tus manos, son perfectas. ¿Quién puede sostener al justo, sino Tú, Dios, que lo miras desde los cielos? Tú conoces cada lágrima, cada susurro y cada pensamiento. Tú ves lo que nadie ve y escuchas lo que nadie oye. Por eso te exaltamos y te bendecimos para siempre. A Ti sea la gloria y la honra, soberano Dios. Tú estás en las alturas, pero a la vez habitas con el humilde y el quebrantado de corazón. No hay grandeza más sublime que la Tuya, ni cercanía más tierna que Tu compasión para con nosotros.

Te alabaré para siempre, porque lo has hecho así;
Y esperaré en tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos.

Salmos 52:9

Tu amor, Señor, es incomparable, un amor verdadero y eterno. Te compadeces de Tus hijos, nos perdonas y nos levantas con ternura. Tus misericordias nos acompañan cada día, nos sustentan y nos salvan. Tu infinita gracia nos llena de paz y seguridad. Podemos andar por valles de sombra de muerte, pero no temeremos, porque Tu luz nos alumbra y Tu vara y cayado nos infunden aliento. Oh Dios, Tú eres nuestro guía en todo tiempo, el que abre caminos donde no los hay, el que calma la tempestad, el que sana el corazón herido y levanta al caído.

Así lo ha querido Dios para con Sus hijos. Por eso te alabamos con todo el corazón. Después de Ti no hay otro Dios en quien podamos confiar plenamente. Solo Tú eres nuestro sustento, nuestra roca firme, nuestro escudo y libertador. A Ti te damos la gloria por los siglos de los siglos. Ningún otro merece nuestra adoración ni nuestra confianza. Tú eres el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que fue, el que es y el que ha de venir. En Ti reposa nuestra alma y en Ti descansa nuestra esperanza.

Por eso, día a día te damos gracias por Tu Palabra, que es bendita y de gran bendición para nuestras vidas. Ella nos muestra todo lo que Tú quieres que hagamos. A través de ella nos das esperanza, dirección y consuelo. Tus palabras nos llenan de luz y de una paz que excede todo entendimiento, una paz que corre por nuestro interior como un río de agua viva. Nos corrigen cuando nos desviamos, nos levantan cuando caemos, y nos recuerdan que somos amados con un amor eterno que nada puede quebrantar.

Alabemos a Dios porque Él es digno de ser adorado para siempre. Exaltemos Su gloria hoy, mañana y por la eternidad. Guardemos Su santa y bendita Palabra en nuestros corazones; así seremos fortalecidos contra todo aquello que intente apartarnos de Él. Que nuestros labios nunca cesen de proclamar Su grandeza, y que nuestras vidas sean un continuo acto de adoración al Dios que nos salvó, nos guarda y nos llevará a Su presencia eterna. Que cada respiro sea un motivo de gratitud y cada latido un cántico que diga: “¡Gloria a Dios por siempre!”

Alabaré el nombre de Dios con cántico
Exhortación a las naciones a alabar a Dios
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