Exhortación a las naciones a alabar a Dios

Hemos escrito muchos artículos sobre la alabanza, pero les aseguro que no lo suficiente, puesto que alabaremos y adoraremos a Dios por toda una eternidad. La alabanza no es una práctica temporal ni una costumbre terrenal; es una anticipación de lo que haremos en la presencia de Dios por siempre. Así que debemos prepararnos, afinando nuestro corazón, mente y espíritu en este tema, porque la adoración será nuestra ocupación eterna. No predicaremos por la eternidad, no ejerceremos dones espirituales por la eternidad, pero sí seguiremos alabando el nombre del Señor por los siglos de los siglos.

El Salmo 67 nos invita a alabar a Dios y a reconocer Su grandeza, pero lo más sorprendente es el alcance universal del mensaje. El salmista, aunque pertenecía al pueblo de Israel y vivía en una época en la que la gracia de Dios no se había manifestado plenamente a todas las naciones, pide algo extraordinario: que la salvación de Dios sea conocida en toda la tierra. Su deseo no es que Israel sea el único beneficiario de las bendiciones divinas, sino que todas las naciones conozcan el camino del Señor y se regocijen en Él. Este es un canto misionero, una oración por la expansión del Reino de Dios a todo el mundo.

1 Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga;
Haga resplandecer su rostro sobre nosotros;

2 Para que sea conocido en la tierra tu camino,
En todas las naciones tu salvación.

3 Te alaben los pueblos, oh Dios;
Todos los pueblos te alaben.

4 Alégrense y gócense las naciones,
Porque juzgarás los pueblos con equidad,
Y pastorearás las naciones en la tierra. Selah

5 Te alaben los pueblos, oh Dios;
Todos los pueblos te alaben.
Salmo 67:1-5

El salmista inicia pidiendo la bendición de Dios: “Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga”. Pero su petición no se detiene ahí. Él entiende que la bendición divina no debe quedarse en Israel, sino que debe ser un medio para que las demás naciones conozcan al Dios verdadero. Su oración no es egoísta ni limitada, sino que refleja el deseo del corazón de Dios: que toda la tierra sea llena de Su gloria.

Esta visión profética se cumplió siglos después con la muerte y resurrección de Jesucristo. El Evangelio rompió las barreras culturales y étnicas, y la salvación ya no fue solo para los judíos, sino para todo aquel que en Él cree. Jesús dijo: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Hoy, millones de personas en todo el planeta adoran al mismo Dios, proclamando Su nombre en distintos idiomas pero con un mismo corazón redimido.

El salmo también nos recuerda que la verdadera alegría de las naciones proviene de la justicia y el gobierno perfecto de Dios. Cuando dice “Porque juzgarás los pueblos con equidad, y pastorearás las naciones en la tierra”, el salmista anticipa el reinado justo de Cristo, el Buen Pastor que guía con amor, corrige con verdad y gobierna con sabiduría. En un mundo lleno de injusticia, este mensaje es esperanza pura: Dios reinará, y Su justicia llenará la tierra.

Oh Señor, Te alaben todos los pueblos; que todas las naciones vean la hermosura que hay en Ti, la grandeza de Tu poder y la profundidad de Tu misericordia. Que hombres y mujeres de toda lengua, cultura y nación levanten sus voces para adorarte. Porque Tú eres el único Dios verdadero, el que vive y reina por los siglos. Que nuestras vidas sean instrumentos de alabanza para que otros, al ver nuestras obras, glorifiquen también Tu nombre.

Así como el salmista, nosotros también debemos pedirle a Dios que Su camino sea conocido en la tierra. Que seamos portadores de Su luz, reflejo de Su amor y testigos de Su verdad. Que todos los pueblos alaben a Dios, y que nuestras voces se unan al coro eterno que cantará en el cielo: “¡Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir!”

...
Te alabaré para siempre
En Dios alabaré su palabra

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