De seguro que alguna vez haz escuchado sobre Charles Spurgeon, el príncipe de los predicadores, el hombre que todos sus escritos reunidos se consideran como la mayor cantidad de libros escritos por un solo hombre. ¿Qué más podemos decir de Charles Spurgeon? Podríamos decir mucho más, puesto que él ha aportado demasiado a la teología. Así que, si te interesa saber un poco más sobre Charles Spurgeon puedes hacer clic en el siguiente enlace: «32 Cosas que debes saber sobre Charles Spurgeon».
Charles Spurgeon habló mucho sobre la adoración, sobre esa verdadera adoración que debemos rendir a Dios como verdaderos adoradores que somos, así que, a continuación te compartimos algunas frases dichas por Spurgeon sobre la adoración:
1 – La alabanza es el ensayo de Nuestra Canción eterna, por gracia aprendemos a cantar, y en gloria seguimos cantando.
Spurgeon nos recuerda que la adoración que ofrecemos en esta vida es una preparación para la eternidad. Cada cántico, cada oración y cada acto de alabanza son un ensayo de lo que será nuestra adoración perfecta en el cielo. En este mundo, la alabanza nos conecta con la eternidad y nos ayuda a mantener nuestra mirada puesta en el Dios que merece toda honra y gloria.
La gracia de Dios es la que nos permite aprender a adorarle, aun en medio de nuestras limitaciones humanas. En el cielo, sin pecado ni distracción, continuaremos esa canción de gratitud que comenzó aquí en la tierra. Por eso, cuando adoramos, anticipamos el gozo eterno de estar en la presencia del Señor.
2 – Depende de ello, mi oyente, nunca irás al cielo a menos que estés preparado para adorar a Jesucristo como Dios.
Esta frase expresa una verdad profunda sobre la centralidad de Cristo en la fe cristiana. Spurgeon enfatiza que nadie puede esperar entrar en el cielo si no reconoce a Jesús como Dios digno de adoración. La verdadera salvación no consiste en simples palabras, sino en una entrega completa del corazón a Cristo como Señor y Salvador.
Adorar a Cristo implica reconocer su divinidad y rendirse a su autoridad. Quien no tiene comunión con Él en la tierra, difícilmente la tendrá en el cielo. Por eso, cada creyente debe examinar su corazón y asegurarse de que su adoración sea sincera, no una costumbre, sino una expresión viva de fe.
3 – No te hagas ilusiones: si vas a lugares de adoración simplemente para mirar a tu alrededor o escuchar música, no estás adorando a Dios.
Spurgeon nos advierte contra la adoración superficial. Ir a la iglesia por rutina o por disfrutar de la música sin involucrar el corazón es perder el verdadero propósito del culto. La adoración no se trata de entretenimiento ni de observar a otros, sino de elevar el alma al Creador con sinceridad.
Cada creyente debe recordar que Dios busca adoradores en espíritu y en verdad. La adoración auténtica no depende del lugar ni de las emociones momentáneas, sino de una conexión espiritual genuina con Dios, que transforma el corazón y renueva el alma.
4 – La mejor adoración que le hacemos a Dios está lejos de ser perfecta. ¡Nuestras alabanzas, cuán débiles y flojas son! Nuestras oraciones, ¡qué errantes, qué vacilantes son! Cuando nos acercamos más a Dios, ¡cuán lejos estamos! Cuando somos más como Él, ¡qué tan diferentes somos de Él!
Aquí Spurgeon expresa la humildad del adorador verdadero. Reconoce que, aunque deseemos honrar a Dios con todo nuestro ser, nuestras alabanzas siempre serán imperfectas. Sin embargo, Dios se complace en la sinceridad de un corazón contrito, no en la perfección de nuestras palabras o melodías.
La imperfección humana no debe desanimarnos, sino impulsarnos a depender más de la gracia divina. Dios recibe con agrado la adoración de quienes se acercan a Él con un corazón sincero, aun cuando sus expresiones sean débiles, porque lo que importa es la intención del alma más que la elocuencia de los labios.
5 – Todos los lugares son lugares de culto a un cristiano. Dondequiera que esté, debe estar en un estado de ánimo de adoración.
Spurgeon enseña que la adoración no se limita a un templo o a una hora específica. Un verdadero cristiano puede adorar a Dios en cualquier lugar: en su hogar, en el trabajo o en medio de la naturaleza. La presencia de Dios no está confinada a paredes, sino que habita en los corazones que le aman.
Vivir en un estado de adoración constante significa mantener una actitud de gratitud y dependencia hacia Dios. Cada acción, pensamiento y palabra pueden ser una ofrenda espiritual si se hacen para Su gloria. Así, toda nuestra vida se convierte en un acto continuo de adoración.
6 – Sería muy difícil trazar una línea entre la maravilla sagrada y la adoración real; porque cuando el alma está abrumada con la majestad de la gloria de Dios, aunque no se exprese en una canción, o incluso emita su voz con la cabeza inclinada y la oración humilde, adora en silencio.
Esta frase revela la profundidad del encuentro íntimo con Dios. Spurgeon reconoce que la verdadera adoración no siempre se manifiesta con palabras o música; a veces, el silencio reverente expresa más que cualquier cántico. Cuando el alma contempla la grandeza divina, brota una adoración que trasciende la expresión humana.
Hay momentos en que la presencia de Dios es tan real que solo podemos permanecer en asombro y humildad. Esa es la esencia de la adoración espiritual: rendir el corazón en total admiración, reconociendo la gloria de quien nos creó y nos redimió.
7 – Creo que en el culto público deberíamos hacer lo posible por no estar sujetos a reglas humanas, y tampoco a un orden estereotipado.
Spurgeon defendía la libertad espiritual en la adoración. Aunque el orden y la reverencia son importantes, advertía que el formalismo puede apagar el fuego del Espíritu. La adoración debe ser guiada por el Espíritu Santo y no por rutinas impuestas por los hombres.
Cada reunión de creyentes debería ser una oportunidad para experimentar la frescura de la presencia de Dios. Cuando adoramos sin restricciones humanas, pero con un corazón reverente, la adoración se convierte en un acto vivo, dinámico y transformador que glorifica verdaderamente al Señor.
Conclusión
Charles Spurgeon nos deja un legado inmenso sobre la adoración genuina. Sus palabras nos invitan a buscar una relación profunda con Dios, basada en la sinceridad, la humildad y la reverencia. La adoración no se trata de formas externas, sino de un corazón que reconoce la grandeza divina y se postra ante Él en espíritu y en verdad.
Que cada uno de nosotros aprenda, como decía Spurgeon, a ensayar desde ahora la canción eterna que entonaremos en la gloria. Que nuestra vida sea un altar constante de gratitud, y que nuestras palabras, acciones y pensamientos reflejen la adoración al único digno de recibirla: nuestro Señor Jesucristo.
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