Oh Señor a Ti te alabaré porque Tú eres grande, porque Tus maravillas son poderosas en nuestras vidas, por eso pido a mi alma y mi ser que se rindan a Ti y alaben Tu nombre para siempre.
Te alabaré Señor porque Tus obras son enormes en cada una de nuestras vidas, porque Tú has sido bueno para nosotros, por eso Te alabamos. Creaste todo lo que hoy nos rodea, con Tus manos poderosa descendiste y creaste al ser humano a imagen y semejanza Tuya. Por eso Te damos gracias y Te alabamos de lo más profundo del corazón.
Que nada nos aparte de Tu infinita presencia, esta maravillosa presencia que nos das para tener gozo, alabando y glorificando Tu santo y bendito nombre, cantando alabanzas, dando voces de júbilo, porque cada día Tu presencia es más que una bendición eterna.
Qué bueno es que vayamos delante de Dios con regocijo, con libertad del corazón a declarar que Dios es Santo, y que Él vive y reina para siempre, que al sentir Su amor que nos cubre y Su presencia que nos rodea día tras día, nos sintamos seguros y con libertad de poder cada mañana dar gloria y honra al gran Yo Soy.
En el Salmo 139 el salmista nos habla de la grandeza de Dios, de lo bueno que es la obra poderosa de Dios, lo que Él hace con todos nosotros, Su bondad:
Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien.
Salmos 139:14
Este verso 14 aquí el salmista comienza alabando el nombre de Dios y declarando la obra poderosa de Dios, este hombre se encontraba muy maravillado de ver la mano de Dios obrar en su vida en muchas ocasiones. Con solo ver lo que pasó con el gigante, podemos decir «oh sí Señor, en verdad tus obras son grandes y poderosas». Alabemos a Dios porque grandes son Sus obras.
Cada día podemos ver la manifestación del poder de Dios en cosas tan simples como el aire que respiramos o el sol que ilumina nuestras mañanas. A veces no valoramos esas maravillas, pero si reflexionamos, nos daremos cuenta de que todo lo que tenemos proviene de Su misericordia. No hay un solo día en que Dios deje de mostrarnos Su bondad. Por eso, el corazón agradecido debe alabarle siempre, aun en medio de la dificultad.
El salmista comprendía que Dios no solo crea, sino que también sustenta. Él nos conoce en lo más profundo, sabe lo que sentimos, nuestras alegrías y también nuestras lágrimas. Y a pesar de todo, Su amor no cambia. Qué hermoso es saber que servimos a un Dios tan grande, tan poderoso y al mismo tiempo tan cercano. Un Dios que escucha nuestras oraciones y nos levanta cuando caemos.
Por eso, cuando decimos «te alabaré Señor», no son palabras vacías, sino una expresión sincera del alma que reconoce la grandeza de su Creador. La alabanza no se limita a un canto, sino que es un estilo de vida, una actitud constante de agradecimiento. Cada vez que obedecemos a Dios, que mostramos amor al prójimo o que compartimos Su palabra, también le estamos alabando.
La invitación es clara: alaba a Dios en todo momento. No solo cuando las cosas van bien, sino también cuando sientes que el mundo se derrumba. La alabanza tiene poder para cambiar el ambiente espiritual, para traer paz al corazón y para fortalecer la fe. Recordemos que Pablo y Silas cantaban himnos a Dios desde la prisión, y fue allí donde experimentaron la libertad divina.
Así como el salmista se maravilló de las obras del Señor, también nosotros debemos maravillarnos cada día al contemplar Su creación, Su fidelidad y Su amor sin medida. Dios sigue obrando milagros, sigue transformando vidas y sigue cumpliendo Sus promesas. Alabémosle con todo nuestro ser, con todo nuestro entendimiento y con todas nuestras fuerzas.
Termina este momento de reflexión elevando tu voz y diciendo: “Gracias Señor, porque aunque no merezco tanto amor, Tú me lo das cada día. Te alabaré por siempre, porque solo Tú eres digno de recibir toda la gloria y toda la honra”. Que tu vida sea un cántico de gratitud que inspire a otros a reconocer que, en verdad, “formidables y maravillosas son Sus obras”.
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