A lo largo de su existencia, el ser humano ha creado dioses, desde de un palo, los elementos (tierra, agua, fuego), los astros, hasta cualquier otra cosa que se les ocurra. Pero, independientemente de esto, la Biblia nos enseña que solo hay un único y Dios verdadero, el cual es nuestro amado Señor.
El salmo 115, el cual es el que usaremos en este artículo, es un Salmo que me gusta como comienza, pues habla de que la gente se alborota preguntando que dónde está nuestro Dios, al igual que hoy día, vemos enfermedades, hambre, guerras, etc. y ahí las personas cuestionan nuestra fe, y esto no debe debilitarnos, sino que debemos seguir creyendo que nuestro Dios está en los cielos:
2 ¿Por qué han de decir las gentes: ¿Dónde está ahora su Dios?
3 Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho.
Salmos 115:2-3
Ahora bien, la pregunta para aquellos que ponen su fe en cualquier cosa menos en Dios es, ¿dónde están sus dioses? Pues el salmista describe a todos sus dioses de manera sencilla:
4 Los ídolos de ellos son plata y oro, Obra de manos de hombres.
5 Tienen boca, mas no hablan; Tienen ojos, mas no ven;
6 Orejas tienen, mas no oyen; Tienen narices, mas no huelen;
7 Manos tienen, mas no palpan; Tienen pies, mas no andan; No hablan con su garganta.
8 Semejantes a ellos son los que los hacen, Y cualquiera que confía en ellos.
Salmos 115: 4-8
Estos ídolos son falsos, y es por eso que nosotros ponemos nuestra confianza en el Dios Todopoderoso, en el Dios fuerte y valiente, el cual puede escuchar, hablar y hacer como quiera.
El salmo 115 nos muestra una gran verdad: mientras los hombres ponen su fe en objetos materiales y efímeros, nosotros servimos a un Dios vivo y real. Los ídolos son la obra de manos humanas, creados por quienes buscan controlar lo divino a su manera. Sin embargo, el Dios de la Biblia no puede ser limitado, ni encerrado en figuras o imágenes. Él trasciende todo entendimiento humano y demuestra su poder a través de su creación, de su Palabra y de su Espíritu que actúa en nosotros cada día.
En la actualidad, aunque muchas personas ya no adoren estatuas o figuras talladas, existen otros tipos de ídolos modernos: el dinero, la fama, el poder, las redes sociales, incluso uno mismo. Cualquier cosa que ocupe el primer lugar en el corazón por encima de Dios, se convierte en un ídolo. Por eso, el llamado de este salmo sigue siendo vigente: apartemos nuestra confianza de lo material y pongámosla en el Señor, quien no cambia y cuya fidelidad es eterna.
El salmista continúa exhortando a su pueblo a confiar en el Señor. Dice en el versículo 9: “Oh Israel, confía en Jehová; Él es tu ayuda y tu escudo”. Y esta palabra también aplica a nosotros hoy. Si permanecemos firmes en la fe, el Señor será nuestro protector y sostén. Él no es sordo a nuestras oraciones ni ciego a nuestras lágrimas. Él ve, escucha y responde en el momento perfecto, porque su voluntad siempre es buena y perfecta.
Cuando la duda toque nuestra puerta, recordemos lo que dice este pasaje: “Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho”. Él gobierna sobre todas las cosas, nada escapa de su control. Y aunque el mundo se burle o cuestione nuestra fe, sabemos que nuestro Dios vive, actúa y reina para siempre. Sigamos proclamando su grandeza y confiando plenamente en Él, porque solo en su presencia encontramos verdadera seguridad y paz.