Cantarle a Dios será como medicina a tu cuerpo y paz a tu alma

Cantar a Dios y estar dedicados por completo a Él sirve de medicina a nuestro cuerpo y fortaleza a nuestro espíritu, ya que cuando le cantamos, estamos siendo edificados totalmente.

Solo a Él debemos cantar y exaltar su Santo y bendito nombre día tras día, toda su creación, desde el más pequeño hasta el más grande debe rendirse con cánticos a nuestro Dios poderoso.

Su alabanza nos edifica, nos sostiene, nos da paz y con su armonía nos deleitamos, el espíritu se regocija y se maravilla al escuchar cánticos armonioso, toda alabanza del corazón que demos hacia Dios nos puede edificar día tras día.

Recordemos esta paz que recibimos no viene por sí sola. Dios es quien la da, es quien nos da la tranquilidad, y es quien ve esos momentos en los cuales le necesitamos.

Oh cielos adoren y canten su magnificencia, nuestro Dios es poderoso, en Él habitan todas las cosas buenas, y todo lo que poseemos proviene de Él. Por eso a Él demos todo lo mejor. Cantemos cánticos nuevos en su nombre y rindamos todo en cuanto tenemos a nuestro poderoso y amado Señor.

Que no existan excusas para proclamar su nombre, para poner su santo nombre en las alturas, dando a reconocer su poder y su majestad. Todas sus hazañas nos dicen lo bueno y sublime que es nuestro grandísimo Dios. Cantemos todos unidos en honor a Él.

1 Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra.

2 Servid a Jehová con alegría;
Venid ante su presencia con regocijo.

3 Reconoced que Jehová es Dios;
Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;
Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.

Salmos 100:1-3

Oh, pueblos todos cantemos todos de sus buenas obras, porque sin nuestro Dios no llegaríamos a donde hoy estamos. Humíllate y cántale al Dios de tu vida, al que te dio la vida y te hizo libre de la esclavitud del mundo, de los yugos del maligno, aquel que pagó el precio por toda la humanidad, sé agradecido y reconoce ante todo el mundo Su gran poder.

Cuando cantamos a Dios con un corazón sincero, nuestras cargas se alivian, la ansiedad se disipa y encontramos una fuerza que el mundo no puede ofrecer. Es un acto espiritual que transforma nuestras emociones y nos acerca más a Su presencia. Por eso, cuando entones un cántico, hazlo con entendimiento, con amor y con entrega total, sabiendo que el Creador del universo está escuchando tu voz.

La alabanza es también una poderosa arma espiritual. En las Escrituras vemos cómo los muros de Jericó cayeron al sonido de las trompetas y de las voces del pueblo. Así también hoy, cuando alabamos, las murallas que nos detienen pueden caer. Dios habita en medio de la alabanza de Su pueblo, y donde Él está, hay libertad, hay sanidad, hay restauración y hay victoria.

Cantar a Dios no depende de tener una voz perfecta, sino de tener un corazón dispuesto. Él mira la intención y no la técnica. Un canto sencillo, pero sincero, puede tener más poder que una gran producción si nace del alma. Por eso, cada día, en tu casa, en el trabajo o en medio de tus luchas, dedica unos minutos para elevar un canto al Señor. Él escucha y responde a quienes le alaban en espíritu y en verdad.

Asimismo, cantar a Dios es una manera de testificar al mundo que Él sigue vivo, que sigue obrando y que su misericordia no tiene fin. Las canciones cristianas inspiran, fortalecen y recuerdan a otros que hay esperanza en Cristo Jesús. Cuando alabamos, también predicamos; cuando entonamos cánticos, sembramos semillas de fe en los corazones que nos oyen.

No hay duda de que la alabanza trae bendición. La Biblia nos enseña que David, aún en sus momentos más difíciles, encontraba consuelo al cantar salmos al Señor. En medio de la persecución o del dolor, su refugio era la adoración. Así también debemos nosotros aprender a cantar incluso en medio de las tormentas, sabiendo que al hacerlo, Dios renueva nuestras fuerzas.

Por tanto, no calles tu voz. Si tienes aliento, tienes motivo para cantar. Que tu cántico sea continuo, que tu corazón se mantenga agradecido y que tus palabras sean un perfume agradable delante del trono de Dios. Él es digno, Él merece toda gloria, y mientras tengamos vida, sigamos proclamando con gozo: “¡Cantaré a Jehová mientras viva, alabaré a mi Dios mientras exista!”

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Dios es soberano y merece todos nuestros cánticos