Lindsay Capuano, una joven modelo estadounidense de 22 años residente en Connecticut, ha generado una gran controversia en las redes sociales debido a la forma en que combina su fe cristiana con su actividad en plataformas de contenido para adultos. La joven, que cuenta con más de 2.4 millones de seguidores en Instagram, ha reconocido públicamente su fe en Dios, pero su estilo de vida ha levantado fuertes críticas entre los creyentes.
Lindsay tiene una cuenta en OnlyFans, una plataforma conocida por ser utilizada mayormente por figuras públicas para publicar material de carácter erótico a cambio de dinero. Aunque OnlyFans puede tener otros usos, la mayoría del contenido allí se asocia con imágenes y videos explícitos, y eso es precisamente lo que ella ofrece. En su perfil de Instagram también comparte fotografías de carácter sensual, lo que ha alimentado aún más el debate sobre la coherencia entre su fe declarada y su conducta pública.
En una entrevista reciente, Lindsay defendió su postura diciendo:
“Dios te amará sin importar qué; eso es lo que me enseñaron en mi casa, en la escuela y en la iglesia.”
Asimismo, agregó:
“Mi familia es cristiana, pero muy relajada; mi religión nunca ha interferido ni me ha impedido hacer cualquier cosa que quisiera hacer.”
La modelo asegura que gana más de 200 mil dólares al mes gracias a su actividad en OnlyFans y afirma que sus padres están orgullosos de su éxito. Según ella, su familia —también cristiana— la apoya incondicionalmente y le ha enseñado que el amor de Dios no depende de lo que haga. En sus propias palabras:
“Oro por todo lo que siento que necesito ese día. Oro por mi familia, mis fans, y por mí misma.”
Lindsay dice sentirse “extremadamente afortunada” porque sus padres comprenden su modo de vida y la aceptan tal como es. Además, sostiene que las enseñanzas que recibió siempre le recordaron que Dios la ama sin importar la profesión que desempeñe o las decisiones que tome. Sin embargo, estas declaraciones han provocado una fuerte reacción entre líderes cristianos y creyentes, quienes consideran que su interpretación del amor de Dios es un ejemplo del llamado “cristianismo progresista”, una corriente que busca adaptar el mensaje del Evangelio a los valores y tendencias culturales del mundo moderno.
Cuidado con el cristianismo «progresista»
Lo que está ocurriendo con casos como el de Lindsay Capuano refleja una tendencia preocupante dentro de la fe contemporánea: el intento de moldear el cristianismo para hacerlo más compatible con las costumbres del mundo. Se trata de un mensaje atractivo porque promete libertad sin responsabilidad y amor sin arrepentimiento, pero es completamente contrario a lo que enseña la Palabra de Dios.
La Biblia nunca aprueba una vida sin santidad ni enseña que podemos hacer lo que queramos y seguir siendo aprobados por Dios. Más bien, nos llama al arrepentimiento y a una transformación profunda del corazón. Jesús mismo dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15), mostrando que el amor verdadero hacia Dios se manifiesta en la obediencia y no en la justificación del pecado.
El llamado “cristianismo progresista” intenta reinterpretar las Escrituras para adaptarlas al pensamiento moderno, eliminando toda referencia al pecado, al arrepentimiento y a la santidad. Bajo la idea de que “Dios ama a todos sin importar lo que hagan”, se promueve una fe sin compromiso, donde la gracia se convierte en excusa para desobedecer. Sin embargo, el apóstol Pablo advirtió claramente: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera” (Romanos 6:1-2).
Es lamentable que muchas personas, especialmente jóvenes influyentes en redes sociales, estén promoviendo esta visión distorsionada del Evangelio. Cuando figuras públicas dicen amar a Dios mientras practican abiertamente estilos de vida contrarios a Su Palabra, están enviando un mensaje equivocado a millones de seguidores que los admiran. El verdadero amor de Dios no nos deja igual, sino que nos transforma. Como dice 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Debemos tener mucho cuidado con este tipo de “fe moderna” que elimina el arrepentimiento y la obediencia. No se trata de juzgar, sino de discernir a la luz de las Escrituras. El amor de Dios es real y profundo, pero también es santo y justo. No nos salva para que sigamos viviendo igual, sino para que reflejemos Su carácter en todo lo que hacemos.
Pidamos a Dios discernimiento para no dejarnos engañar por mensajes que suenan amorosos pero contradicen Su verdad. Que podamos mantenernos firmes en la fe, recordando que la gracia no es licencia para pecar, sino poder para vivir conforme a Su voluntad. El verdadero Evangelio no se adapta al mundo; transforma al mundo a través de vidas que viven en obediencia y amor al Señor.