Hermanos, es bueno que cada día estemos firmes en la fe, proclamando con valentía la voluntad divina de nuestro Dios y ofreciendo continuamente gratitud y alabanzas al Todopoderoso. La firmeza espiritual no se logra con nuestras fuerzas humanas, sino a través de la gracia que el Señor nos concede cuando permanecemos en comunión con Él. Por eso, es fundamental mantenernos constantes, confiando en que Su presencia nos sostiene y Su Espíritu nos fortalece para resistir cualquier adversidad. Que en todo momento podamos decir con convicción: “Mi vida está cimentada sobre la roca que es Cristo Jesús”.
Recordemos una verdad esencial: solo en el Señor encontramos estabilidad, dirección y propósito. Sin Él, nuestras vidas son como una casa edificada sobre la arena, vulnerable ante las tormentas. Pero con Cristo, tenemos una base firme que no se mueve aunque los vientos soplen con fuerza. Muchas veces, las pruebas de la vida intentan tambalearnos, pero cuando permanecemos firmes en la fe, el poder de Dios nos sostiene y nos da fuerzas para seguir adelante. No temas ni desmayes, porque aquel que comenzó la buena obra en ti la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Levántate cada día con la certeza de que el Señor camina a tu lado y que ninguna circunstancia podrá derribarte si confías en Su nombre.
Cuando cantamos al Señor, algo poderoso ocurre en lo espiritual. Aunque nuestros ojos naturales no lo vean, Dios se mueve en medio de la adoración de Su pueblo. Las cadenas se rompen, la fe se renueva y la paz del Espíritu Santo llena nuestros corazones. La alabanza no solo es una expresión de gratitud, sino también un arma espiritual que nos mantiene firmes frente a la duda y el temor. Cada vez que elevas tu voz para adorar, estás declarando que tu confianza está en Dios y no en las circunstancias. Por eso, aunque las pruebas lleguen, sigue alabando, sigue confiando, porque Dios está obrando a tu favor incluso cuando parece que todo está en silencio.
Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
1 Corintios 15:58
Estas palabras del apóstol Pablo a la iglesia de Corinto son una exhortación atemporal para todos los creyentes. En esta carta, Pablo anima a los cristianos a mantenerse firmes en su fe, perseverando en el servicio al Señor. Sabía que la vida cristiana no está exenta de dificultades, pero también sabía que cada esfuerzo hecho para Dios tiene valor eterno. Permanecer firmes no significa estar inmóviles, sino avanzar con constancia en la obra de Cristo, creciendo en santidad y en amor. La firmeza espiritual implica confiar en la verdad de la Palabra y no dejarse arrastrar por los vientos de la duda o el desánimo.
Pablo también recuerda que la obra del Señor nunca es en vano. Cada oración, cada palabra de aliento, cada servicio en Su nombre, tiene un impacto en el reino de los cielos. Aunque a veces no veamos los resultados de inmediato, Dios está obrando en lo invisible. Por eso, no debemos rendirnos, sino mantenernos firmes y constantes. El enemigo siempre buscará formas de distraernos o debilitarnos, pero si permanecemos en Cristo, nuestras raíces estarán profundamente arraigadas en Su amor, y nada podrá movernos. La constancia en la fe es lo que nos lleva a experimentar la plenitud del propósito divino en nuestras vidas.
Estar firmes también significa no dejar de alabar. Cuando la alabanza es parte de nuestra vida diaria, nuestra fe se fortalece. En medio de los desafíos, cantar al Señor es una expresión de confianza y esperanza. Alabemos con gozo, sabiendo que nuestro Dios habita en medio de las alabanzas de Su pueblo. Cada cántico sincero que sale del corazón es una declaración de victoria, una confirmación de que seguimos adelante en el camino correcto. Por eso, hermanos, mantengamos nuestras manos levantadas, nuestros corazones llenos de fe y nuestras voces dispuestas para adorar. Que cada día nuestras vidas sean un cántico de gratitud que proclame la fidelidad del Señor. Amén.
