Alabemos a nuestro Dios porque Su fidelidad se mantiene para siempre. Por Su fidelidad hoy vivimos, si caminamos es porque Su misericordia es nueva cada mañana. Por eso damos gracias a nuestro Dios y con cánticos de alabanzas nos rendimos delante de Él.
Él es nuestro Dios y a Él debemos todo lo que tenemos, ya que por Él y por Su fidelidad hoy podemos vivir y seguir adelante porque Su fidelidad y Su misericordia nos alcanzaron. Así que, alabemos a Dios que vive y reina para siempre.
22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Lamentaciones 3:22-23
Si no fuera por Su gracia y Su bondad que habitan en nosotros, no estaríamos aquí, pero damos gracias y alabanzas por esas obras maravillosas que hemos podido palpar.
Tenemos varios ejemplos de lo que también pudieron ver primero que nosotros la poderosa mano de Dios, estamos hablando de las magníficas obras que Dios hacía y ellos veían. Tenemos a Moisés, a quien Dios respaldó en varias ocasiones. Daniel también vio las hazañas de Dios. Josué, sucesor de Moisés, también tuvo el respaldo de Dios, también el salmista David. Todas estas personas pudieron ver la mano de Dios obrando poderosamente, y si seguimos mencionando, esto ya no será un artículo sino un libro de todas las proezas que Dios hizo en la antigüedad. A Dios sea la alabanza para siempre.
No nos olvidemos de que cada día debemos agradecer a Dios por los siglos de los siglos, Él es fiel y siempre será fiel, porque Él no echa Su Santa Escritura por el suelo. Creamos en Él y en que Su fidelidad es para siempre.
El creyente que ha conocido la fidelidad de Dios sabe que en medio de cualquier circunstancia puede descansar en Su Palabra. Las pruebas pueden venir, los días pueden ser oscuros, pero el amor de Dios permanece firme. Su fidelidad no depende de nuestras obras, sino de Su carácter inmutable. Por eso, cada mañana cuando despertamos, podemos ver un nuevo recordatorio de Su bondad. El sol que sale, el aire que respiramos, la salud que aún tenemos, todo es evidencia de que Dios sigue siendo fiel.
El apóstol Pablo también experimentó esta fidelidad en sus viajes misioneros. Aun en cárceles, persecuciones y naufragios, él podía declarar con convicción que Dios nunca le abandonó. Esa misma fidelidad se extiende a nosotros hoy, porque el mismo Dios que estuvo con Abraham, Moisés, Josué y Pablo, está con nosotros en cada paso que damos. Él cumple Su palabra y no olvida a los que confían en Su nombre.
Por eso debemos alabar con alegría, levantar nuestras voces y proclamar que nuestro Dios es fiel. Cuando adoramos a Dios, reconocemos Su poder y Su constancia. Él no cambia, no se cansa, no se olvida. En un mundo donde todo es incierto, Su fidelidad es el ancla que sostiene nuestras almas.
Así que, cuando enfrentes momentos de duda o temor, recuerda lo que dice la Escritura: “Grande es tu fidelidad”. No hay palabra más reconfortante que esa. Aunque los hombres fallen, aunque el mundo cambie, Dios sigue siendo el mismo. Él es fiel, y en Él podemos confiar plenamente. Por eso, hoy más que nunca, levantemos nuestras manos y corazones en gratitud, porque el Dios que nos prometió estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo, no miente ni falla.
A Él sea la gloria, la honra y la alabanza por los siglos de los siglos. ¡Grande es Su fidelidad!
...