Icono del sitio Mi Mejor Alabanza

Demos alabanzas al Dios de nuestra esperanza

¿Por qué no alabar el nombre de nuestro Dios por todas las alturas, al Dios de nuestras salvación, a aquel que nos da alegría y nos viste con su poder y autoridad? Alabemos a Él, exaltemos Su Santo Nombre en todos los lugares.

Anunciemos Su nombre con trompeta, danza, cantemos solo a Él, porque Sus obras poderosas nos han sostenido, Sus manos poderosas son las que cada día nos ayudan y nos encaminan por la senda victoriosa. Demos gracias a Dios porque Él nos mira desde los cielos y nos alienta con su magnífico poder.

Él es digno de ser alabado para siempre, Él merece toda honra de Su Creación, Él merece que nos arrodillemos delante de Él, con alabanzas del corazón, con cánticos nuevos, porque Su poder nos da esperanza y nos lleva cada día de las manos.

Él es nuestro castillo fuerte, salvador, escudo a nuestro frente es Él, si no fuera por Él, qué sería de nosotros, pues no tenemos con qué pagar lo bueno y maravilloso que Dios ha sido con todos nosotros. Adoremos al Dios de nuestra esperanza. Cantemos a Él con regocijo.

En el Salmo 71 encontramos una oración de un hombre avanzado de edad donde se reconoce una vez más que sin Dios nada podemos hacer:

Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, Seguridad mía desde mi juventud.
Salmos 71:5

El escritor expresa que durante toda su vida, Dios fue su todo. Él fue su ayuda y sustento, por eso alababa a Dios y le reconocía en frente de todas las naciones.

¿Podemos decir lo mismo que el versículo que acabamos de leer? Claro. Dios ha sido y seguirá siendo nuestra esperanza, pues no lo dudemos, sigamos fieles y firmes delante de Dios, dándole alabanzas y cantando de Su gran poder.

Cuando reconocemos la grandeza de Dios y Su misericordia, el corazón se llena de gratitud y nace el deseo de adorarlo más profundamente. No hay mayor privilegio que poder exaltar a Aquel que creó los cielos y la tierra, que sostiene nuestras vidas con amor y que nunca nos deja solos. Cada amanecer es una oportunidad para elevar una canción nueva al Señor, para decirle gracias por Su fidelidad y por el aire que respiramos.

La alabanza verdadera no depende de las circunstancias, sino del reconocimiento constante de quién es Dios. Incluso en medio de la prueba, cuando el panorama parece oscuro, el creyente puede levantar su voz y declarar que Dios sigue siendo bueno. Así lo hicieron los salmistas, los profetas y los apóstoles; todos entendieron que la alabanza rompe cadenas, renueva el espíritu y fortalece la fe. Por eso, aunque las fuerzas falten, debemos seguir exaltando el nombre de nuestro Señor.

Recordemos que la alabanza no solo se expresa con música o palabras, sino también con acciones. Cada obra de amor, cada gesto de bondad, cada oración levantada por otro es una forma de rendir culto a Dios. Vivir en obediencia es la más alta forma de adoración. El Señor se agrada de un corazón sincero que, en medio de su debilidad, decide confiar y cantar. Él busca adoradores que le alaben en espíritu y en verdad, porque Su presencia habita en medio de la alabanza.

Así que, en lugar de quejarnos o temer, elevemos nuestras voces al cielo. En cada problema, en cada victoria, hay una razón para cantar. Si Dios nos ha sostenido hasta hoy, también lo hará mañana. Su promesa es firme, Su amor es eterno y Su fidelidad nunca falla. Por eso, no nos cansemos de proclamar Su nombre, de decir con fuerza: “El Señor es mi roca y mi salvación”.

Que esta reflexión nos motive a mantener una vida de alabanza constante. Que podamos reconocer en todo momento que el Señor es nuestra seguridad, como lo afirmó el salmista. Que cada día, desde la juventud hasta la vejez, nuestros labios pronuncien palabras de gratitud y adoración. A Él sea la gloria, la honra y el poder por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Netflix cancela la serie Mesías
Transmisiones en vivo de artistas cristianos ¿Nos engañan?
Salir de la versión móvil