Glorifiquemos a Dios en todo nuestro caminar, demos alabanzas y honra por Su gran poder, por Sus maravillas en nuestras vidas, por todo lo que creó y que al crearlo llamó por su nombre.
El libro de Génesis nos habla de este gran hecho, de cuando Dios en el principio comenzó a crear todo lo que hoy existe, pues a cada cosa llamó por su nombre.
Sea Su nombre engrandecido para siempre. Dios es eterno y Su poder es magnífico. Viendo la magnitud de su inmensa creación así tal como Dios es, grande en poder. Alabado sea para siempre.
1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Génesis 1:1-2
Si nos fijamos, en el principio dice claramente que la tierra estaba desordenada y vacía, o sea, nada había en esos momentos. Tinieblas cubrían todo, pero el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Está muy claro. Dios se paseaba por encima de esta expansión, el Creador y poderoso Dios. Pero lo más poderoso de todo es cuando leemos que nuestro Dios comenzó a llamar a cada cosa que crearía por su nombre, estas obedecían al Dios viviente. Alabamos a Dios por esta su maravillosa obra.
3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.
5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.
Génesis 1:3-5
Pero al ver que todo estaba cubierto por tinieblas, Dios creó la luz con el poder de Su Palabra y vio que era buena. Recordemos que las obras de Dios son buenas y verdaderas, adoremos a Dios por este hecho maravilloso de Su Creación. Dios es bueno. Sean alabanzas solo a Él.
Cada palabra pronunciada por Dios en la creación tuvo poder. No fue simplemente una orden, sino una manifestación de Su autoridad sobre todas las cosas. Cuando Dios dijo “Sea la luz”, la oscuridad no tuvo opción más que retirarse. Esto nos enseña que cuando Dios habla, Su voluntad se cumple sin oposición. Así debe ser también en nuestras vidas: cuando permitimos que Su Palabra ilumine nuestro corazón, las tinieblas del pecado y la desesperanza se apartan, dando paso a la claridad espiritual.
Glorificar a Dios no solo significa cantar o levantar las manos, sino también reconocer Su grandeza en todo lo que nos rodea. Cada amanecer, cada árbol, cada ser vivo, nos recuerda que detrás de la belleza de la creación hay un Dios que planeó cada detalle con amor. Debemos detenernos de vez en cuando a contemplar la naturaleza, porque ella misma declara la gloria de su Creador. Tal como dice el salmo: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos”.
Así como Dios trajo orden al caos del principio, también puede traer orden al caos de nuestras vidas. No importa cuán desordenada esté nuestra situación, Su Espíritu todavía se mueve sobre las aguas, dispuesto a transformar la oscuridad en luz. Solo necesitamos creer, obedecer y permitir que Él hable a nuestro corazón. Cuando Dios crea algo nuevo, siempre es bueno, perfecto y lleno de propósito.
Por eso, alabemos al Señor no solo por lo que hizo en el principio, sino también por lo que sigue haciendo hoy. Su poder no ha menguado, Su voz sigue siendo la misma que separó la luz de las tinieblas. Glorifiquemos al Creador de todo, al que con Su palabra formó los cielos y la tierra, y que con ese mismo amor sigue transformando vidas. A Él sea toda la gloria, toda la honra y toda la alabanza, desde ahora y para siempre. Amén.
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