Bendice, alma mía, al Señor

Oh, alma mía con un corazón dispuesto adora al Señor, bendice Su Santo y glorioso Nombre, Él mora en las alturas de los cielos. Dios es quien me ha ayudado, por eso dedicaré alabanzas todos los días a Dios. Mi ayuda viene de Él.

Es bueno que cada día podamos agradecer a Dios, que podamos abrir nuestras bocas, disponer nuestros corazones a adorar el Nombre de Dios, honrar su Nombre y dar gloria sólo a Él porque Él es digno. Sean todas nuestras alabanzas al Dador de la vida.

A nadie más le debemos esta vida tan maravillosa que es dada por el Padre, por eso nuestra gratitud delante de nuestro Dios debe ser grande, que donde quiera que nos encontremos podamos dar una alabanza expresándole lo maravilloso y grande que Él ha sido con cada uno de nosotros. Alabemos a Dios porque nuestra vida sin nuestro Dios no tendría sentido. Así, que, Dios es nuestro Señor.

A veces que no tenemos deseos de hacer nada, pero cuando empezamos nuestro día con una alabanza, la tristeza se va, porque comenzamos a cantar a Dios de nuestro corazón, y al momento de comenzar a cantar, nuestro ánimo cambia, comienza a ser diferente, pues somos restaurados y vivificados por nuestro Dios.

Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre.

Salmos 103:1

El autor del versículo anterior da gracias y alabanzas para Dios por Sus grandes bendiciones que no añaden tristeza con ellas, y que llegan a nuestras vidas en el momento indicado. También notamos que el autor manda a su alma a bendecir el Nombre de Dios, a adorar al único y verdadero Dios.

Que todo nuestro ser dé gracias, alabanzas y honra a Dios, seamos gratos por sus maravillosas bendiciones.

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Con gozo y alegría del corazón, cantaré al Señor
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