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Alabanza por la misericordia de Jehová

Cantemos alabanzas por su gran misericordia, sus misericordias son nueva cada día, por eso demos gracias a Dios y alabemos su Nombre sobre todas las cosas. No nos cansemos de cantar salmos a nuestro Dios.

Su misericordia es tan grande que nos sostiene día tras día, que a veces pecamos contra Dios y su misericordia nos ayuda a ser perdonados, a ser renovados por Dios, que podamos ser aceptados delante de Dios. Por eso debemos cantar a Dios en honor a Él, dando alabanzas que sólo salgan de nuestros corazones. No demos alabanzas a Dios sólo para cumplir ese requisito, demos alabanzas a Él de corazón, sólo Dios es digno de merecer toda alabanza, gloria y majestad.

Al leer los salmos, vemos que cada autor de este libro día tras día sentía que tenía que dar gracias a Dios, de alabarle, de glorificar Su Nombre, y esto es lo que nosotros debemos hacer. Seamos gratos de corazón.

1 Alabad a Jehová, naciones todas; Pueblos todos, alabadle.

2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia,
Y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya.

Salmos 117:1-2

Podemos observar que el salmo anterior insta a todo pueblo, nación y tribu a alabar a Dios, o sea, cantar, exaltar a Dios que está en las alturas, que su poder y Su misericordia nos guían y nos sostienen. Canten todos delante de Dios porque Su misericordia es grande para con cada uno de nosotros.

Reconozcamos su gran poder y majestad, no nos olvidemos que el poder es de Dios y su misericordia nos acompaña. Glorificado sea Dios para siempre.

El salmo 117 es considerado el más corto de toda la Biblia, pero a la vez uno de los más profundos. En tan solo dos versículos, el salmista nos invita a una adoración universal, en la que no hay distinción de raza, cultura o idioma. Este llamado trasciende generaciones, recordándonos que todos los pueblos deben reconocer la fidelidad de Dios, la cual permanece para siempre. Es un recordatorio de que Su amor no se limita a Israel, sino que abarca a toda la humanidad.

Cada mañana, cuando despertamos y respiramos, ya es motivo suficiente para alabarle. Su misericordia nos permite levantarnos y comenzar de nuevo, sin importar lo que hayamos hecho el día anterior. Él no nos trata conforme a nuestras faltas, sino conforme a Su amor eterno. Por eso, cada día debería convertirse en una nueva oportunidad para cantar, agradecer y exaltar Su Nombre con un corazón sincero y lleno de gratitud.

Alabemos a Dios no solo con palabras, sino también con nuestras acciones. Que nuestras obras reflejen esa gratitud y misericordia que hemos recibido. Cuando ayudamos al necesitado, cuando perdonamos, cuando somos pacientes con los demás, estamos también cantando alabanzas a Dios con nuestra vida. La adoración genuina va más allá de una canción; es una entrega diaria que reconoce quién es Él y lo que ha hecho por nosotros.

En medio de las pruebas y los momentos difíciles, Su misericordia sigue siendo nuestro refugio. Aunque el mundo cambie, aunque las personas nos fallen, la fidelidad de Dios no se agota. Él sigue siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos. Por eso, aun cuando no entendamos las circunstancias, debemos seguir alabando, porque sabemos que Su plan es perfecto y Su amor es inmutable.

Cantar a Dios con alegría y gratitud nos fortalece espiritualmente. Nos recuerda que no estamos solos, que hay un Dios que vela por nosotros y que renueva nuestras fuerzas. Que cada nota, cada palabra de adoración que salga de nuestros labios sea un reflejo de un corazón que reconoce la grandeza de Su amor.

Así que hoy, unámonos a ese clamor de las naciones, elevando una sola voz de alabanza al Creador. Que desde los rincones más lejanos de la tierra se escuche un solo canto: “Aleluya, porque grande es Su misericordia y Su fidelidad es eterna.”

Con gozo y alegría del corazón, cantaré al Señor
Por tanto, a Ti cantaré, y no estaré callado
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