Tengo que adorar y cantar ante Su Presencia, no me puedo quedar callado porque su poder y su majestad me inspiran a dar alabanzas de honra y gloria a Dios.
Ante su gloria y su poder daré mis alabanzas con regocijos, cantaré porque estoy contento de las misericordias y porque sus bondades están conmigo en todo momento.
No puedo estar callado ante su gloria, sino alabaré a Dios por siempre y para siempre, Él me ha salvado, me libró de aquellas cosas que me ataban, aquello que no dejaba que yo Te conociera, es por eso que hoy te sirvo con todo mi corazón.
Hay un salmo muy poderoso, es donde el salmista David da alabanzas al Señor, diciendo que no podía estar callado y que debía dar alabanzas a Dios. Veamos qué nos dice este capítulo 30.
¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad?
Salmos 30:9
Este es el verso 9 y aquí podemos observar la súplica de David hacia Dios, él decía que en su muerte no hay ningún provecho, David aquí estaba aclarando que si él iba adorar a Dios, debía hacerlo estando vivo, y así podía hablar de Su verdad.
10 Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí; Jehová, sé tú mi ayudador.
11 Has cambiado mi lamento en baile;
Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.
12 Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado.
Jehová Dios mío, te alabaré para siempre.
Salmos 30:10-12
En estos últimos versos de este capítulo 30 el salmista continúa diciendo: Oye Dios, ten misericordia de mí, sé Tú mi ayudador.
En los versículos 11 y 12 dice: «Has cambiado mi lamento e baile», por tanto, Él seguiría cantado, no se quedará callado ante ninguna circunstancia, por encima de todo el salmista cantaría al Señor. No estemos callados ante Su gloria, alabemos Su santo nombre, Dios es nuestro ayudador.
Cuando analizamos este salmo, notamos que David no escribe desde la comodidad, sino desde la experiencia de haber pasado por momentos difíciles. Él había sentido el dolor, la angustia y el peso de la tristeza, pero también conocía el poder transformador de Dios. Por eso dice con seguridad: “Has cambiado mi lamento en baile”. Es una declaración de fe y esperanza para todo creyente que atraviesa por una prueba. Dios tiene el poder de cambiar la tristeza en gozo, la desesperanza en alabanza.
Adorar a Dios no depende de cómo nos sentimos, sino de quién es Él. Aun cuando no veamos una salida, cuando la enfermedad toca a la puerta o cuando las lágrimas no cesan, nuestra voz no debe callar. Cada alabanza que sale de un corazón quebrantado tiene un valor inmenso delante del Señor, porque refleja confianza y amor verdadero.
El salmista entendía que el propósito de su vida no era simplemente existir, sino glorificar a Dios con todo su ser. Por eso decía: “A ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado”. Esa misma determinación debe estar en nosotros hoy. No podemos quedarnos callados ante Su bondad. Él nos ha dado razones infinitas para cantar, para levantar nuestras manos y declarar Su fidelidad cada día.
Cuando adoramos, no solo estamos expresando gratitud, sino también reconociendo Su señorío. Cada palabra de alabanza es una proclamación de fe que rompe las cadenas del miedo, la tristeza y el desánimo. En medio de la adoración, Dios obra, sana, restaura y fortalece al alma cansada.
Por eso, al igual que David, podemos decir: “No estaré callado”. Que nuestras voces se unan para declarar que el Señor ha sido bueno, que su misericordia es eterna y que Su amor no falla. Aunque el enemigo intente robar nuestra paz, nuestra adoración será más fuerte, porque nace de un corazón agradecido. Que cada día sea una oportunidad para cantar a Dios con alegría, sabiendo que Él ha cambiado nuestro lamento en baile y nos ha ceñido de alegría.
Dios merece toda la gloria, todo el honor y toda la alabanza. Él sigue siendo el mismo que levantó a David, el que nos levanta hoy y el que promete estar con nosotros hasta el fin. No te quedes callado, canta, adora y proclama que el Señor ha sido bueno contigo. ¡A Él sea la gloria por los siglos de los siglos!
...