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Cantad a Dios al que cabalga sobre los cielos, alegraos delante de él

Cantemos al que vive en las alturas de los cielos, todos los seres creados por Él declaremos su Nombre sobre todo nombre, cantemos con alegría y con un corazón decidido en el Señor.

Seamos gratos delante de Dios, demos voces al que vive por los siglos de los siglos, honremos a Dios. Ante su presencia no podemos estar en pie, ante su gran poder debemos estar de rodillas.

Él es quien cabalga sobre los cielos de los cielos, a Él sea toda honra, imperio y honor. Dios grande y fuerte, declaremos ante Él su Nombre todos su santos.

En el libro de los Salmos podemos ver el reconocimiento que hace el salmista David al Señor, dando todo honor y toda la gloria, ya que suya es. Pero veamos qué nos dice en el verso 4 del capítulo 68.

Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre; Exaltad al que cabalga sobre los cielos. JAH es su nombre; alegraos delante de él.
Salmos 68:4

Claramente este hombre sí sabía qué era reconocer el poder magnífico de Dios, el salmista podía ver la gloria del poder de Dios, por eso vemos en cada salmo escrito por este hombre, la poderosa honra que Dios recibía de parte del salmista, Él sabía cómo agradar a Dios en la adoración, cantando salmos, dedicando palabras sinceras delante de Dios.

Adoremos a nuestro Dios fiel y verdadero, cantemos solo a Él. Reconoce su poder, su gloria y sus maravillosas obras.

Cuando levantamos nuestra voz en adoración sincera, no solo entonamos melodías, sino que también ofrecemos sacrificios espirituales delante del trono del Altísimo. La adoración es más que un canto; es una declaración de amor, una entrega completa de nuestro ser al Creador de los cielos y la tierra. En medio de la alabanza, Dios habita, como dice Su Palabra en el Salmo 22:3: “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel”. Esto significa que cada vez que cantamos con un corazón puro, la presencia de Dios se manifiesta poderosamente.

No debemos cantar por costumbre o rutina, sino con entendimiento y gratitud. Recordemos que la música fue creada para glorificar a Dios. Desde los tiempos antiguos, el pueblo de Israel usaba instrumentos, voces y danzas para exaltar al Señor. Hoy nosotros tenemos el mismo privilegio: usar nuestras voces para proclamar Su grandeza y Su fidelidad en todo tiempo. Aunque pasemos por pruebas, la adoración nos conecta con el cielo y nos recuerda que nuestro Dios sigue siendo soberano.

Cuando cantamos a Dios, nuestras cargas se alivian, el alma se llena de esperanza y el corazón se fortalece. En momentos de dificultad, la alabanza se convierte en un escudo que nos protege del desánimo. Así como Pablo y Silas cantaban himnos en la cárcel (Hechos 16:25), nosotros también podemos ver milagros cuando alabamos en medio de la prueba. Dios abre puertas y rompe cadenas cuando Su pueblo adora con fe.

Exaltar el nombre de JAH es recordar que Él es eterno, que Su poder no tiene límites y que su misericordia se renueva cada mañana. En un mundo donde muchos olvidan al Creador, nuestra voz debe levantarse con fuerza para proclamar que solo Él es digno de toda gloria. No hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en quien podamos ser salvos (Hechos 4:12). Por eso, al cantar, proclamamos Su salvación, Su gracia y Su verdad.

Que cada día podamos tener un corazón dispuesto para alabar, que nuestros labios pronuncien palabras de adoración y que nuestra vida entera sea una canción agradable a los oídos de Dios. Aquel que vive en las alturas merece todo nuestro amor y devoción. No hay honor más grande que reconocerle en todo lo que hacemos y decir con gozo: ¡A ti sea toda la gloria, Señor!

Reflexión final: Cantemos a Dios no solo con los labios, sino con el alma. Que nuestras palabras sean perfume que sube al cielo y agrada al corazón del Padre. Porque mientras cantamos, recordamos que no hay nadie como Él, y que solo en Su presencia encontramos la verdadera paz, la alegría y la vida eterna.

Por tanto, a Ti cantaré, y no estaré callado
Este Salmo nos presenta a un solo Dios
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