En el libro de los Salmos, especialmente en el capítulo 95, podemos ver cómo los autores inspirados por Dios reconocen Su poder, Su majestad y Su grandeza incomparable. Este salmo es una invitación directa a acercarnos a Dios con un corazón dispuesto, lleno de gozo, gratitud y reverencia. No se trata solo de cantar, sino de rendir a Dios adoración verdadera que proviene del alma. El salmista nos llama a contemplar quién es Dios y responder con cánticos, obediencia y humildad delante de Su presencia.
Cuando vayamos ante Su presencia, hagámoslo con regocijo y con alabanzas sinceras del corazón. Que nuestra adoración no sea fría ni rutinaria, sino que brote de una convicción profunda de que nuestro Dios vive, reina y es digno de toda honra. Que cada vez que nos acerquemos a Él, lo hagamos con gozo, entendiendo que no estamos ante cualquier ser, sino ante el Rey supremo del universo.
1 Venid, aclamemos alegremente a Jehová;
Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.
2 Lleguemos ante su presencia con alabanza;
Aclamémosle con cánticos.
Salmos 95:1-2
En estos primeros versículos del Salmo 95 se nos invita a acercarnos a Dios con alegría y fuertes alabanzas. Él es nuestra roca firme, nuestro salvador y protector fiel. Su obra en nosotros es grande, poderosa y digna de ser recordada cada día. Cuando el salmista dice “roca de nuestra salvación”, nos recuerda que Dios es refugio seguro en tiempos de angustia, apoyo firme cuando todo se tambalea y salvador eterno de nuestras almas.
Él es nuestro refugio, la roca que no cambia y el Dios que permanece fiel. Por eso, debemos levantar nuestras voces y darle gloria. No dejemos de clamar, de enaltecer y de anunciar Su grandeza. Él no solo escucha nuestras palabras, sino que mira nuestro corazón. Por eso, adoremos con sinceridad, con respeto y con gratitud, reconociendo que sin Él nada somos.
3 Porque Jehová es Dios grande,
Y Rey grande sobre todos los dioses.
4 Porque en su mano están las profundidades de la tierra,
Y las alturas de los montes son suyas.
5 Suyo también el mar, pues él lo hizo;
Y sus manos formaron la tierra seca.
Salmos 95:3-5
Estos versículos nos recuerdan por qué debemos adorar a Dios: porque Él es grande, soberano y creador de todo. Su autoridad abarca los cielos, la tierra, el mar y lo más profundo que el hombre no puede ver. No hay dios, poder ni fuerza que pueda compararse con Él. Todo le pertenece, porque Él lo hizo con Sus manos. Las montañas, el mar, la tierra seca y cada rincón de la creación son testimonio de Su sabiduría y poder.
Por eso, debemos obedecerle en todo, reverenciar Su nombre y rendir nuestras vidas delante de Él. No hay un Dios tan grande ni tan digno como nuestro Señor. Las naciones, los reyes, los poderosos de la tierra, todos están bajo Su dominio. Él reina con justicia, misericordia y verdad. Que todo lo que respira adore al Señor.
Oh creación de Dios, levanta tu voz, da gloria a tu Creador. Bendice Su nombre sobre las alturas, exalta Su santidad, lleva delante de Él cánticos de gratitud. Que nuestra alabanza sea como perfume agradable delante de Su trono. Rindamos todo lo que somos, nuestras fuerzas, pensamientos y voluntad, porque Él es fiel y digno de recibir toda la gloria.
Que este Salmo nos recuerde cada día quién es nuestro Dios: poderoso, creador, salvador y digno de adoración eterna. Cantemos, adoremos y vivamos para Su gloria. Amén.