¿Te sientes lleno de esperanza, alegría y paz? ¡Canta a Dios!

Si de Dios tenemos paz en abundancia, tenemos alegría, y de Él proviene nuestra esperanza, ¿por qué no agradecerle y cantar salmos Su nombre?. Digno es de alabar para siempre.

Cantemos a Dios porque de Él proviene esa paz que corre por nuestro interior, de nadie más viene, por eso alabemos a nuestro Padre celestial ya que Él es quien nos bendice. Por eso cantemos, aunque estemos en los momentos más peligrosos, Él nos trae fuerzas nuevas, nos da esa alegría que perdura.

Demos salmos a Dios, depositando todas nuestras mejores alabanzas a Él, sólo Dios la merece. Por eso debemos ser agradecidos, que en cada momento que estemos delante de su presencia no se apague esa alabanza que sube hasta su trono.

Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer,
para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.

Romanos 15:13

Es muy claro que en otro lugar no encontraremos lo que podemos tener en nuestro Dios, esa esperanza por el poder del Espíritu Santo. Esa es una paz que corre por todo nuestro ser, y queremos que permanezca en nosotros. Creamos a esto, Él es grande en todo, alabemos Su Santo Nombre por los siglos de los siglos.

Alabemos a Dios porque Él es rico en misericordia, alabemos porque su paz abunda en nosotros, cantemos porque su alegría se mantiene hasta en los momentos más difíciles. Postrémonos delante de Dios porque Él es Dios, sigamos sus pisadas cantando de Su gran poder, anunciado de Sus maravillas, y que todo el mundo pueda dar himnos de alabanzas para el Rey que vive, y que vive para siempre, a Él cantemos.

Cuando comprendemos que nuestra alegría, paz y esperanza provienen de Dios, aprendemos a vivir una vida más plena y llena de propósito. No se trata solo de cantar por costumbre o por emoción, sino de cantar con entendimiento, reconociendo que cada nota de nuestra adoración es una expresión de gratitud al Creador. En los días de abundancia le alabamos, pero también en los días de prueba, porque su amor no cambia.

El mundo ofrece una paz temporal, una alegría pasajera, pero la paz que viene de Dios es profunda, genuina y eterna. Es esa paz que sobrepasa todo entendimiento, la misma que guarda nuestro corazón y mente en Cristo Jesús. Cuando decidimos confiar en Él, descubrimos que aun en medio de la tormenta podemos tener gozo, porque sabemos que Dios tiene el control de todo.

Cada vez que levantamos nuestras manos o entonamos una alabanza, estamos proclamando al cielo y a la tierra que nuestro corazón pertenece a Dios. No hay acto más hermoso que rendir nuestra voz y nuestro ser al Todopoderoso. Los salmos nos invitan constantemente a hacerlo, recordándonos que toda la creación le adora: los cielos cuentan su gloria, los árboles aplauden, los mares rugen en señal de su poder.

Por eso, si hoy sientes que te falta paz o esperanza, busca a Dios en oración y en alabanza. Él promete llenar el corazón que le busca sinceramente. No hay canto pequeño ni adorador insignificante cuando se hace desde el corazón. En ese momento, el cielo se alegra y Dios se complace en la voz de sus hijos.

Cantar salmos a Dios no solo es un acto de adoración, sino también una forma de sanar el alma. Mientras más le exaltamos, más se fortalece nuestra fe, y el Espíritu Santo nos renueva con su gozo. Que cada día sea una oportunidad para alabar, agradecer y vivir en esa esperanza que solo viene de Él.

Terminemos este pensamiento reconociendo que sin Dios no hay paz verdadera, pero con Él lo tenemos todo. Que nuestras palabras, acciones y canciones sean siempre para su gloria. Alabemos a nuestro Señor con todo el corazón, porque solo en su presencia encontramos la plenitud del gozo y la verdadera razón para cantar.

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