Los Salmos están organizados en diferentes categorías, dependiendo del contenido y del sentimiento que expresan. Encontramos salmos de adoración, de gratitud, de súplica, de confianza, de arrepentimiento e incluso salmos que expresan dolor profundo o piden justicia contra los enemigos. Entre ellos, el Salmo 118 es uno de los más hermosos y significativos, porque es un salmo de agradecimiento a Dios por su ayuda y liberación. Aunque no se atribuye directamente al rey David, muchos estudiosos creen que fue él quien lo escribió, posiblemente después de haber sido librado de grandes peligros. Independientemente de quién sea su autor, este salmo nos muestra la maravilla del poder de Dios para salvar a su pueblo y proteger a aquellos que confían en Él.
No debemos perder la sensibilidad de entender que Dios está con nosotros. Él no está ausente ni indiferente ante las situaciones difíciles que atravesamos. El mismo Dios que libró al salmista en tiempos antiguos sigue siendo el mismo hoy. Él tiene poder para salvar, para librarnos de la mano del enemigo y para demostrar Su gloria delante de todos. Amado lector, Dios sigue siendo Dios. Él no ha cambiado; sus promesas son eternas y su amor permanece con aquellos que le temen.
El salmista expresó con gran gratitud estas palabras llenas de fe y reconocimiento:
13 Me empujaste con violencia para que cayese,
Pero me ayudó Jehová.
14 Mi fortaleza y mi cántico es JAH,
Y él me ha sido por salvación.
Salmo 118:13-14
En estos versículos, el salmista relata cómo sus enemigos querían verlo derrotado. Lo empujaron con violencia para que cayera y no se levantara jamás. Sin embargo, él reconoce que fue la mano poderosa de Dios la que lo sostuvo y no permitió que fuera destruido. Esta declaración nos recuerda que, aun cuando los demás quieran vernos en el suelo, cuando el enemigo quiere derribarnos, Dios se levanta a nuestro favor y nos sostiene con Su poder. Él no abandona a los suyos, sino que los guarda bajo la sombra de sus alas.
Cuántas veces nosotros también nos hemos sentido empujados, criticados o atacados injustamente. Tal vez personas han querido vernos fracasar, o las circunstancias de la vida nos han hecho tropezar. Pero en esos momentos, la gracia de Dios nos ha levantado. Él ha sido nuestra defensa, nuestro escudo y nuestra roca firme cuando sentimos que todo se desmorona.
Por lo tanto, al igual que el salmista, debemos aprender a decir con convicción: “Mi fortaleza y mi cántico es el Señor”. No confiamos en nuestras propias fuerzas, ni en lo que podemos hacer por nuestra cuenta. Nuestra confianza está en Dios, porque Él ha sido nuestra salvación. En cada momento oscuro, cuando no veíamos salida, Él estuvo allí para sostenernos. En cada lucha y en cada lágrima, su mano nos levantó.
El Salmo 118 también contiene otras frases conocidas como: “Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él” (v. 24) y “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo” (v. 22), un versículo que más adelante se aplica a Jesucristo como el fundamento de nuestra fe. Todo este salmo es una invitación a confiar en Dios, a darle gracias por sus obras y a reconocer que Él es bueno y su misericordia es para siempre.
Así que, no importa cuán grande sea la batalla que estés enfrentando, recuerda que Dios es tu ayuda. Si otros empujan para verte caer, Dios te levantará. Si el miedo quiere paralizarte, Dios será tu fortaleza. Y si el desánimo intenta apagar tu voz, que el Señor sea tu cántico. Que en cada circunstancia puedas declarar: “Él me ha sido por salvación”.