Con mi boca dirijo mi canto a Ti Señor

Con mi boca, con mis manos y aun con mis pies debo alabar a Dios. Toda mi vida, cada parte de mi ser, debe rendirse en adoración al Señor. Él es digno de recibir cánticos de alabanza porque su misericordia y bondad son grandes y eternas. No debemos adorar a Dios solo con palabras, sino también con acciones, con obediencia y con corazones sinceros. Que cada latido, cada suspiro y cada paso sea un acto de gratitud hacia el Dios que nos creó y nos sostiene.

Solo al Señor debemos dirigir nuestro canto. No hay otro que merezca nuestras alabanzas, porque solo Dios es eterno, soberano y fiel. Él nos alcanzó con su salvación cuando no lo merecíamos, nos regaló vida eterna y nos dio esperanza aun cuando estábamos perdidos. Por eso, debemos enaltecer su nombre cada día, no solo en momentos de alegría, sino también en medio de la prueba, porque su amor no cambia.

¿A quién más deberíamos rendir nuestras alabanzas sino a Dios? Él es quien merece que nos postremos delante de Él, que proclamemos su victoria y su gloria. Él controla todo, gobierna sobre el universo, es poderoso, valiente y santo. No hay otro como Él. Adorar es reconocer que Él es Dios y que sin Él nada somos. Cuando cantamos, declaramos públicamente lo grande que es Él y lo pequeño que somos nosotros sin su gracia.

1 A ti alcé mis ojos,
A ti que habitas en los cielos.

2 He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores,
Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora,
Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios,
Hasta que tenga misericordia de nosotros.

Salmos 123:1-2

Estas palabras del salmista son una declaración de dependencia total de Dios. Es un cántico gradual, una oración que honra al Señor pero también clama por misericordia. El autor eleva sus ojos al cielo reconociendo que Dios es su único sustento. Así como los siervos miran a la mano de sus amos esperando provisión, así nuestros ojos deben estar puestos en el Señor, esperando su ayuda y su gracia. Este salmo nos enseña humildad, reverencia y confianza en el Dios que todo lo puede.

Podemos alabar solamente a Dios porque solo Él es digno. Adorar es mostrar amor genuino del corazón hacia nuestro Creador. Dios habita en los cielos, pero también está cerca de los que le buscan. Bajo su poder y su morada vivimos, respiramos y existimos. No hay otro refugio más seguro que su presencia. Por esta razón, demos gracias continuamente. No miremos a los hombres, ni a las circunstancias, sino fijemos nuestros ojos en Dios y regocijémonos en Él con toda el alma.

Alabar no es solo cantar, es también una forma de vida. Es reconocer que Dios está por encima de todo y someternos a su voluntad. Cuando elevamos himnos, cuando exaltamos su nombre, nuestra alma encuentra descanso. En medio de la tristeza, la alabanza trae esperanza; en medio del silencio, trae consuelo; en medio de la batalla, trae fortaleza. Que nuestras voces se unan en gratitud, que nuestras manos se levanten en adoración y que nuestros corazones se rindan completamente ante Él.

Vivamos cada día como una canción para Dios. Que nuestra vida sea un altar donde Él reciba gloria. No olvidemos que la alabanza no depende de las circunstancias, sino de quién es Dios. Él es grande, fiel, justo y misericordioso. Por siempre su nombre será exaltado. Amén.

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Cantemos a Dios con nuestra discapacidad, cantemos a Él en nuestros peores momentos
Ahora canto porque Cristo vive en mí, y vivo porque Cristo vive en mí