Estamos viviendo tiempos difíciles y espantosos por todos lados. Enfermedades, guerras, rumores de guerra, desastres naturales, violencia e injusticia son parte de la realidad que enfrentamos cada día. La maldad parece multiplicarse, y esto puede causar en nosotros temor, ansiedad o incluso desesperanza. Sin embargo, como hijos de Dios, no debemos permitir que el miedo gobierne nuestro corazón. Debemos mantenernos firmes, confiados en el Señor y recordar que, a pesar de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, Él sigue siendo nuestro refugio, nuestra fortaleza y nuestra paz. En medio de la angustia, cantemos a Su nombre y alabemos Su fidelidad, porque somos verdaderamente privilegiados de habitar bajo Su presencia.
El Salmo 84 es un hermoso cántico que habla sobre la bienaventuranza de estar en la casa de Dios, en Su presencia. Nos recuerda que no hay lugar más seguro, más hermoso ni más deseable que estar cerca del Señor.
1 ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos!
2 Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.
3 Aun el gorrión halla casa, Y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, Cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío.
4 Bienaventurados los que habitan en tu casa; Perpetuamente te alabarán. Selah
5 Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos.
Salmo 84:1-5
Este pasaje nos muestra el anhelo profundo del salmista por estar en la presencia de Dios. Él reconoce que incluso los pájaros encuentran refugio cerca de los altares del Señor, lo que simboliza cuidado, provisión y seguridad. ¡Cuánto más nosotros, que somos Sus hijos, somos cuidados por Él! El salmo declara que son bienaventurados aquellos que habitan en la casa de Dios, porque ellos tienen el privilegio de alabar Su nombre perpetuamente.
En medio de la tempestad, Dios es nuestro refugio y nuestra roca fuerte. Él es el lugar seguro donde encontramos descanso para el alma. No hay mejor lugar que Su presencia. Este salmo nos recuerda que no se trata solo de visitar a Dios en momentos de necesidad, sino de habitar en Su presencia de manera constante y continua. La verdadera bienaventuranza no está en la ausencia de problemas, sino en la certeza de que Dios está con nosotros.
Otra enseñanza importante del Salmo 84 es que la alabanza a Dios no debe ser pasajera. No es solo cuando todo va bien, sino en todo tiempo. Dice el verso 4: “Perpetuamente te alabarán”. Esto significa que la adoración a Dios trasciende circunstancias, temporadas y emociones. Aun en tiempos difíciles, nuestra boca debe declarar que Él es bueno y Su misericordia es para siempre.
Amado hermano y amigo, pongamos nuestras fuerzas en Dios. No en nuestras capacidades ni en lo que el mundo ofrece, sino en el Señor que todo lo puede. Si en nuestro corazón están Sus caminos, seremos llamados bienaventurados. Aunque el mundo tiemble, aunque todo a nuestro alrededor parezca desmoronarse, quienes confían en Dios y habitan en Su presencia hallarán paz, refugio y fortaleza.
Que como el salmista, nuestra alma también anhele estar en las moradas de Dios. Que nuestra adoración no dependa del entorno, sino de la convicción de que Él es digno. En medio de la oscuridad, sigamos cantando, porque Dios sigue siendo luz. En medio de la guerra, sigamos confiando, porque Dios sigue siendo nuestra paz. Bienaventurados los que habitan en Su casa, porque perpetuamente le alabarán. Amén.