Que nada de lo que tenemos en este mundo nos haga perder la comunión que tenemos con Dios, sigamos invocando Su nombre, cantemos a Él llenos de regocijo.
No hay nada más grande y bueno que tener la presencia de Dios, por eso debemos alabar Su nombre para siempre. Por eso nuestro canto al Señor debe estar firme, que cuando nos sintamos que vamos a caer clamemos a Él, Él nos fortalecerá y de esta forma continuaremos.
Recordemos que debemos cantar en medio de la tormenta, nuestros procesos no deben apagar nuestra adoración, no deben detener las alabanzas que tenemos en nuestros corazones para dedicarlas a Dios.
Hubo dos hombres de Dios que fueron presos por llevar el evangelio de Cristo a las naciones, pero esto no detuvo el propósito de Dios. La Biblia dice que estos dos hombres cantaron al Señor mientras estaban en prisión. La cárcel tembló y las puertas fueron abiertas. Estas son evidencias de que Dios no nos deja solo, por eso cantemos y alabemos a Dios.
25 Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.
26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.
Hechos 16:25-26
Seamos como estos hombres, la situación por la que pasaban no era su preocupación, su mayor preocupación era predicar el santo evangelio que se les había enmendado. Por eso cada día debemos preocuparnos por orar y cantar himnos a Dios. Muchas cosas pueden pasar cuando adoramos a Dios, adoremos y bendigamos el santo nombre de Dios.
Cuando adoramos en medio de las dificultades, demostramos que nuestra fe no depende de las circunstancias, sino del Dios Todopoderoso que permanece fiel. La adoración tiene poder porque mueve el corazón de Dios. En la oscuridad, en el dolor o en la prueba, una alabanza sincera puede abrir los cielos y traer consuelo y respuesta. Así como Pablo y Silas fueron librados, nosotros también veremos milagros cuando mantenemos nuestra comunión y nuestra confianza en el Señor.
Cada canción que entonamos debe ser una expresión de gratitud y esperanza. Aunque la vida nos presente obstáculos, debemos recordar que el propósito de nuestra adoración no es recibir algo, sino rendir honor a quien lo merece todo. Dios se agrada cuando un corazón herido aún puede cantar, cuando alguien cansado aún levanta sus manos al cielo y dice: “Gracias, Señor, porque sigues siendo bueno”.
A veces no entendemos lo que sucede a nuestro alrededor, pero en esos momentos es cuando más debemos cantar. Cantar a Dios rompe las cadenas de la tristeza, del temor y de la duda. La adoración transforma el ambiente y llena nuestra alma de la paz que solo Cristo puede dar. Por eso el salmista decía: “Cantaré a Jehová en mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras viva” (Salmos 104:33).
Si hoy estás pasando por un proceso difícil, no permitas que el enemigo te robe la alabanza. Levanta tu voz, canta con el corazón, aunque no tengas fuerzas. Dios escucha cada palabra, cada suspiro, cada nota que brota de un alma sincera. Él es digno, y tu adoración puede ser el inicio de un nuevo milagro en tu vida.
Así que no dejes de cantar, no dejes de orar. En cada nota, en cada palabra, recuerda que hay un Dios que pelea por ti, que abre cárceles, que rompe cadenas y que te rodea con Su presencia. Cuando adoramos, las puertas se abren, las cadenas caen y el enemigo huye. Canta al Señor y verás Su gloria manifestarse en tu vida.
Reflexión final: La verdadera libertad no está en lo que poseemos, sino en lo que adoramos. Que tu canto sea un testimonio vivo de fe, esperanza y amor hacia el Dios que nunca falla. Que tu adoración no dependa del lugar ni del momento, sino del corazón dispuesto a exaltar Su nombre en todo tiempo.
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