Exhortación a la creación a alabar a Dios

El Salmo 148 es un cántico profundamente relacionado con el Salmo 150, ya que ambos exaltan la grandeza de Dios y nos llaman a alabarlo con todo lo que somos y tenemos. Este salmo nos recuerda que toda la creación, desde los cielos más altos hasta los lugares más profundos de la tierra, debe unirse en adoración al Creador. Nada ni nadie queda fuera de este llamado, porque todo lo que existe fue hecho por Él y para Él. Si hay vida en cada criatura, es porque Dios así lo ha permitido, y por eso toda su creación debe proclamar su santo nombre con reverencia, gratitud y alegría.

El salmista comienza este hermoso poema llamando a los cielos a alabar al Señor, mostrando que la adoración no es solo un acto humano, sino una obligación y privilegio universal. Todo lo que respira, todo lo que brilla, todo lo que existe, está invitado a glorificar a Dios. Veamos lo que dicen los primeros versículos del Salmo 148:

1 Alabad a Jehová desde los cielos;
Alabadle en las alturas.

2 Alabadle, vosotros todos sus ángeles;
Alabadle, vosotros todos sus ejércitos.

3 Alabadle, sol y luna;
Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas.

4 Alabadle, cielos de los cielos,
Y las aguas que están sobre los cielos.

Salmos 148:1-4

En estos versículos, podemos observar el poderío y la majestad de Dios reflejados en toda su creación. El escritor del salmo no se limita a invitar a los seres humanos a alabar al Señor, sino que convoca a los ángeles, a los ejércitos celestiales, al sol, la luna, las estrellas, y a los cielos mismos a unirse en adoración. Esta invitación universal nos recuerda que la creación entera fue diseñada para reflejar la gloria de su Creador y rendirle honor.

Esto es así porque todo lo que el salmista menciona fue creado por Dios. Por tanto, es justo y necesario que toda criatura se postre y ofrezca alabanzas delante de Él. Dios es poderoso, santo y digno de recibir gloria de todas sus obras. Que la luna alabe con su resplandor, que las estrellas brillen proclamando su grandeza, que las aguas que están sobre los cielos obedezcan su voz y declaren su poder. La idea es que todo, absolutamente todo lo creado, se una en un mismo clamor de adoración al Dios Todopoderoso.

El Salmo 148 no presenta una simple invitación, sino una orden divina: “Alabad a Jehová”. Es un mandato celestial para toda criatura, visible o invisible. No estamos solos en esta adoración; nos acompañan los ángeles, los ejércitos celestiales, los astros y toda la naturaleza. Ellos también cumplen su propósito glorificando al Señor. Así, el salmista nos recuerda que nuestro deber es alabar al Dios que nos hizo, que nos sostiene y que reina eternamente.

Este salmo nos enseña que la adoración no se limita a un lugar, a un momento ni a una sola voz, sino que es una sinfonía universal que involucra a todos los seres creados. Al meditar en estas palabras, nuestro corazón debe llenarse de asombro y gratitud. No solo se trata de cantar, sino de reconocer con humildad que somos parte de una creación diseñada para adorar. Que nuestros labios, nuestras vidas y todo nuestro ser exalten al Señor, porque Él lo merece.

Que el cielo y la tierra se unan para anunciar su gloria. Que cada amanecer y cada estrella en la noche nos recuerden que Dios es digno de toda exaltación. Él es el que vive y reina por los siglos de los siglos. Alabad el nombre de Jehová, ahora y siempre. Amén.

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