En estos tiempos podemos ver que día tras día las personas que cantan uno más que otros solo se enfocan en cantar, pero ¿cuál será realmente su mayor interés? ¿Agradar a Dios o conseguir dinero?. En realidad a muchos de estos cantantes no les gusta que le toquen esos temas.
Sabemos que estar en una agrupación o tener una banda de música no es nada fácil, ya que se generan muchos gastos. Pero dejando a un lado esos detalles, hemos visto que muchos se desenfocan del propósito por el cual fueron llamados.
Hay que ser justos a la hora de cobrar por las actividades y brindar algo justo para que la audiencia quede satisfecha.
El mayor propósito para el cual fuimos llamados fue adorar a Dios desde lo más profundo del corazón, no desenfocándonos de que el mayor interés debe ser servir a Dios con amor y regocijo. Nuestra mirada debe estar puesta principalmente en el amor hacia Dios, que Él siempre esté en el primer lugar.
Por eso es bueno que cuando tengamos algún tipo de evento siempre pongamos a Dios delante para que así cuando venga la bendición nuestro interés por Dios no se vaya, sino que permanezca para siempre y que el dinero no pase a ocupar el primer lugar, como suele pasar en algunos artistas que han empezado sin nada, y luego caen en el error de tener más interés de conseguir consiguiendo dinero que agradar a Dios.
Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
Romanos 11:36
Es bueno que no nos olvidemos que todas las cosas vienen de Dios, y por Él hemos sido creados.
¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.
Salmos 42:11
Que nada nos quite el amor que tenemos a Dios, nuestra gracia no se apague por bienes materiales, que nuestro gozo no mengüe porque todo lo que tenemos proviene de Dios. Por eso solo a Él debemos alabar y glorificar su santo y bendito nombre. Que nada turbe nuestras mente, que el dinero solo sea para un uso de bendición para tu vida, no para que lo ames, sino para que todo lo que vayas hacer, agrade a Dios. Recuerda, Dios es más importante que todas esas cosas, y es por Él que vienen, sin Él nada podemos hacer.
El talento que Dios nos da no es para que nos gloriemos o busquemos reconocimiento personal, sino para que su nombre sea exaltado. Cuando un cantante cristiano pone a Dios en el centro, sus letras y melodías tienen poder para transformar vidas. No se trata de tener la mejor voz o de vender más discos, sino de tocar corazones con un mensaje que glorifique al Creador. El mismo Jesús nos enseñó que no podemos servir a dos señores: a Dios y al dinero. Por eso, es vital mantener el corazón alineado con la verdadera adoración.
Muchos de los grandes ministros de la música cristiana comenzaron con humildad, con un deseo sincero de alabar a Dios, y Él los bendijo con talento y oportunidades. Sin embargo, algunos, al ver la fama y el reconocimiento, desviaron su mirada. Recordemos que todo lo que hacemos debe tener un propósito eterno. El dinero puede ayudar a sostener ministerios, grabaciones o viajes, pero jamás debe ser el motivo principal. Cuando el dinero se vuelve el motor de nuestra adoración, dejamos de ser verdaderos adoradores.
La adoración genuina nace del corazón agradecido. No se trata de presentarse ante multitudes, sino de rendir el alma ante Dios. A veces, una simple canción entonada con sinceridad en un lugar pequeño puede tener más impacto que un gran concierto lleno de luces. Lo importante no es cuántos te escuchen, sino que Dios reciba la gloria.
Pidamos a Dios sabiduría para mantenernos firmes y humildes. Que cada talento que tengamos sea una ofrenda para Él. Si cantas, canta con pasión por Cristo. Si compones, hazlo guiado por el Espíritu Santo. Si ministras, hazlo con amor. El Señor recompensa la fidelidad y honra a quienes le sirven con un corazón puro.
Conclusión
El llamado de todo creyente, y especialmente de quienes ministran a través de la música, es mantener la mirada fija en Dios. Las bendiciones materiales son parte de su gracia, pero no deben ser el centro de nuestra motivación. Recordemos siempre que todo lo que tenemos proviene de Él, y que fuimos creados para su gloria. Cantar a Dios no debe ser un negocio, sino una expresión de amor y gratitud al Creador. Que cada nota, cada palabra y cada acorde estén dedicados a exaltar su nombre por los siglos de los siglos. Amén.
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