¿Te has puesto a considerar todas las obras que se han realizado en este mundo? Claro, son millones, pero sin duda alguna, hay unas que resaltan más que otras. Y entre el amplio listado de obras que no nos daría espacio para mencionar, hay una que resalta y reluce como la luz de la aurora entre ellas, «la obra de la cruz».
El artista alemán Marcos Vidal, escribió una canción que nos lleva a pensar mucho en el bonito regalo de la cruz, la canción lleva como título «La cruz».
Una estrofa de la canción dice:
Y por más que aprenda no logro comprender
La esencia de tu indescifrable amor
Que cada día me devuelve al mismo rojo amanecer
Cada mañana es volver a nacer
Realmente el amor de Dios por nosotros no se puede descifrar, ni comparar, ni entender. ¿Sabes por qué? Porque Dios nos amó «de tal manera» que envió a su Hijo a morir por nosotros en una cruz y lo envió sin pensar en cuán pecadores somos, porque realmente no merecíamos ese acto, no merecíamos en lo más mínimo el rescate de Dios por nosotros, sin embargo, Él nos amó con un amor tan grande que decidió hacerlo, y eso es suficiente para que cada momento recordemos lo que ha hecho Cristo en la cruz por nosotros.
La canción nos sigue invitando a recordar la cruz:
Y habrá una réplica para la Sixtina,
Y pintará otro Velázquez las meninas,
Y volverán las oscuras golondrinasPero nada igual a lo que un día se logró
En la cruz,
Donde primero vi la luz
Y las manchas de mi alma yo lavé
Es mi braza y es mi hoguera,
Es mi casa y mi vereda
Todo pasa y todo queda en la cruz
Ninguna de las obras realizadas en el mundo se compara con lo que sucedió en la cruz, ya que ninguna de estas nos libró de nuestros pecados, sin embargo, con la obra de Jesús, Él lavó nuestros pecados, Él borró nuestras manchas y esa obra es nuestro todo, nuestra vida, nuestro respirar, nuestro amanecer, es todo, y damos gloria a Jesús por su obra tan increíble en la cruz a través de esta canción.
Cuando reflexionamos sobre la cruz, entendemos que no fue simplemente un acontecimiento histórico, sino el cumplimiento perfecto del amor divino. Fue en ese madero donde se unieron la justicia y la misericordia. Jesús, sin tener pecado, cargó con los nuestros, y allí nos dio la oportunidad de comenzar de nuevo. Cada vez que recordamos su sacrificio, nuestro corazón debería llenarse de gratitud, porque todo lo que somos y todo lo que tenemos proviene de esa obra redentora.
El apóstol Pablo dijo en Gálatas 6:14: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. Estas palabras nos recuerdan que el creyente no encuentra orgullo ni valor en los logros humanos, sino en la cruz, que representa la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte.
Muchos pintores, músicos y poetas han tratado de reflejar el sacrificio de Cristo, pero ninguna obra de arte puede capturar plenamente la profundidad del amor mostrado en el Calvario. Cada pincelada, cada melodía y cada verso que se inspira en la cruz se queda corto ante el poder y la grandeza de lo que allí sucedió. Por eso, canciones como la de Marcos Vidal no solo nos conmueven, sino que también nos invitan a adorar, a rendirnos y a vivir con una fe viva que honra a Jesús cada día.
La cruz también representa esperanza. En ella, el creyente encuentra descanso y propósito. No se trata de un símbolo vacío, sino de una puerta abierta hacia la eternidad. Cuando todo en el mundo pasa, la cruz permanece. En ella está nuestro refugio y nuestra victoria.
Por eso, cada vez que escuchamos “La cruz”, debemos recordar que ese sacrificio sigue teniendo poder hoy. Que el mensaje de salvación no se ha agotado, que aún hay oportunidad para reconciliarnos con Dios. La cruz sigue siendo el centro del evangelio y la muestra más sublime del amor de Cristo por la humanidad.
Reflexión final: Que este himno nos inspire a mirar siempre hacia la cruz, a no olvidar el precio de nuestra redención y a vivir agradecidos. Porque todo pasa, pero la cruz, y el amor que en ella se manifestó, permanecen para siempre.