La fidelidad de Dios es grande y magnífica. Dios es fiel, nunca falla y por eso debemos adorarlo, no hay un Dios en cual podamos confiar, porque solo hay uno y está en las alturas de los cielos, nuestro Dios Todopoderoso.
Somos más que bienaventurados porque su gracia y su poder se manifiestan en cada uno de sus hijos, esto lo podemos ver por medio de su misericordia divina.
Él nunca ha fallado, ¿por qué no alabarlo si Él es bueno todo el tiempo?. A Él debemos darle toda gloria, alabanza y exaltación. No confiemos en humanos, porque solo hay uno que mantiene su fidelidad y que nunca falla. A veces nos desesperamos y le fallamos a Dios porque le pedimos algo y vemos que nunca llega, pero a pesar de todas nuestras fallas Dios sigue en medio del propósito para darnos lo prometido, porque su fidelidad es inmensa.
Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, Y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya.
Salmos 117:2
Demos gracias al Señor, a Él demos gracias, por la mañana cantemos salmos a Él por su gran fidelidad, porque cada día su fidelidad nos enseña cuán grande es Él. Ante las circunstancias Dios es fiel, antes las pruebas Dios cumple, y con todo Él se mantiene fiel para siempre.
Dios no miente porque Él es un Dios que mantiene su palabra, por encima de lo que sea su palabra se mantiene recta y fidelidad acompañada con una actitud que en más nadie existe.
Dios debe ser exaltado, alábale porque Él es bueno, porque para siempre será fiel. No nos olvidemos de venir ante el y dar gracias porque el a sido bueno y seguirá siendo fiel. Sus hechos son reales y con sus hechos vemos su manifestación gloriosa. Reina Dios para siempre. Amen.
Cuando analizamos las Escrituras, podemos ver que desde el principio hasta el final, la fidelidad de Dios es un hilo que se repite constantemente. En cada historia, en cada profeta y en cada promesa cumplida se ve que Dios no cambia. Él no olvida, no se retracta ni abandona lo que ha dicho. Su fidelidad no depende de nuestra perfección, sino de su amor eterno. Aun cuando el hombre fue infiel, Dios siguió mostrándose fiel a su pacto y misericordioso con su pueblo.
El apóstol Pablo también lo expresó claramente cuando dijo que “si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:13). Esta verdad debe llenarnos de esperanza, porque aunque pasemos por momentos donde nuestra fe flaquea, Dios sigue siendo el mismo. Él sostiene nuestras vidas y cumple sus promesas en el tiempo perfecto, no en el nuestro. Debemos aprender a confiar en su proceso y descansar en su fidelidad inquebrantable.
En muchas ocasiones, Dios permite que pasemos por pruebas para mostrarnos cuán grande es su fidelidad. Tal vez no comprendemos los tiempos o las demoras, pero cuando miramos atrás, entendemos que cada paso fue guiado por su mano fiel. Nada ocurre sin propósito; todo lo que Dios hace tiene una razón, y aun cuando no la entendamos, debemos seguir creyendo que Él nunca falla.
Por eso, cada día debemos levantarnos con gratitud, recordando que su fidelidad se renueva constantemente. No importa cuán difícil haya sido el día anterior, cada amanecer trae consigo una nueva oportunidad para experimentar su amor y su bondad. Cantarle, orar y adorarle son maneras de reconocer que dependemos de Él, que su fidelidad sostiene todo lo que somos.
Conclusión: La fidelidad de Dios es una de las mayores razones para mantener viva nuestra adoración. Él nunca falla, nunca miente y nunca nos abandona. Su palabra se cumple y su amor permanece. Que nuestro corazón siempre tenga presente que servir a un Dios fiel es un privilegio. Por eso, adoremos con gozo y confianza, sabiendo que Aquel que prometió está obrando a favor de sus hijos, y su fidelidad será eterna. ¡Gloria a Dios por siempre!