Es cierto que en el mundo secular la música es más para entretener que para cualquier otra cosa, allí la música es para expresar frustraciones, para elevar el ego, para hablar cosas morbosas; y de esta manera se mantiene entretenidas las masas, dándoles lo que ellos quieren.
Todo lo que nosotros hacemos en la vida cristiana debe ser para dar gloria a Dios, pues, la Biblia nos lo dice una y otra vez:
En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.
1 Corintios 10:31
La música cristiana no es un entretenimiento, y en la Biblia nunca fue un entretenimiento. Debemos escribir y cantar música que glorifique a Dios y no hacer lo mismo que hacen en el mundo secular: «Hacer música para las masas y podrir la sociedad». Hemos sido llamados para salvar vidas y hoy en día necesitamos mucho de canciones con un alto contenido bíblico, pero esto solamente se logra entendiendo que lo que hacemos es para Dios.
A lo largo de las Escrituras vemos cómo la música siempre tuvo un propósito espiritual. En el Antiguo Testamento, los levitas eran escogidos para ministrar con música en el templo, no para entretener al pueblo, sino para exaltar el nombre del Señor. La alabanza tenía como fin preparar el corazón del pueblo para la adoración y para la presencia de Dios. De la misma manera, hoy la música cristiana debe tener como centro a Cristo, no al artista ni al público. Cuando la intención cambia, también se pierde el poder espiritual de la canción.
El problema radica en que muchas veces se busca más la fama y la aceptación social que la unción y la presencia de Dios. No hay nada de malo en tener buena producción musical o calidad artística, pero cuando eso se convierte en el fin y no en el medio, la música deja de ser un instrumento de edificación. Jesús mismo dijo que no se puede servir a dos señores (Mateo 6:24). Si la meta es complacer al mundo, inevitablemente se dejará de agradar a Dios.
Cada compositor, músico y cantante cristiano debe preguntarse constantemente: ¿Estoy haciendo esto para glorificar al Señor o para buscar reconocimiento humano? La verdadera adoración brota de un corazón rendido, no de un deseo de protagonismo. Una canción puede tener el ritmo más moderno y aun así ser profundamente espiritual si su mensaje está centrado en la Palabra de Dios y si el propósito es exaltar Su nombre.
Por eso, es fundamental que quienes componen y producen música cristiana vuelvan al origen: la Biblia. Allí encontramos los verdaderos himnos de adoración, los salmos que expresan gratitud, arrepentimiento, alabanza y esperanza. Cuando la letra de una canción nace de un corazón lleno de la Palabra, tiene poder para transformar vidas y tocar corazones, algo que ninguna producción humana puede lograr.
La música cristiana debe ser un canal de bendición, una herramienta para evangelizar y un medio por el cual Dios se glorifique. No fue creada para distraer, sino para acercar las almas a Cristo. Que cada nota y cada letra que entonemos sean un sacrificio de alabanza al Creador, como dice Hebreos 13:15: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”.
En conclusión, no olvidemos que la música es un lenguaje poderoso, y quienes sirven a Dios a través de ella deben hacerlo con humildad y reverencia. La música cristiana no compite con la del mundo, porque su propósito es completamente distinto: llevar las almas a los pies de Cristo. Que nuestros cantos sean luz en medio de la oscuridad y no una imitación del entretenimiento secular. Cuando la música nace para Dios, cumple su misión de transformar corazones y edificar vidas para la gloria eterna del Señor.
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