A veces las personas se olvidan de quién es Dios. Él es el único y todopoderoso al cual debemos rendir honor y gloria; es el Creador de todas las cosas, el que sostiene el universo con Su palabra. Nada ni nadie se puede comparar con Su poder, Su sabiduría y Su autoridad eterna. Cuando en medio de nuestras preocupaciones y afanes olvidamos quién es Él, también olvidamos nuestra verdadera dependencia y propósito. Por eso, es necesario volver nuestros ojos al Señor y recordar que fuimos creados para glorificarle y obedecerle.
Dios es invencible, soberano y eterno. Él hace posible todo lo que ocurre en la vida del ser humano, porque nada escapa de Su voluntad. Es un Dios de misericordia, lleno de compasión, lento para la ira y grande en amor. Él hace justicia, defiende al oprimido, se preocupa por los que sufren y cuida de Sus hijos cada día. Aun cuando no entendemos Sus planes, Él sigue obrando.
Muchos reconocen que Dios es Dios en el cielo y en la tierra, pero otros se niegan a aceptar esta verdad. Prefieren adorar dioses hechos por manos humanas, ideologías, supersticiones o incluso confiar en sí mismos antes que en el Creador. Sin embargo, la Biblia nos enseña que solo hay un Dios verdadero. Los demás “dioses” no hablan, no escuchan, no ven, ni pueden salvar. Nuestro Dios, en cambio, es real, vivo, eterno, y nadie puede ocupar Su lugar.
Y guarda sus estatutos y sus mandamientos,
los cuales yo te mando hoy,
para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti,
y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre.
Deuteronomio 4:40
Dios no solo desea que lo reconozcamos como Señor, sino que también vivamos conforme a Su Palabra. Aquellos que han conocido al Dios verdadero deben esforzarse cada día por obedecer Sus mandamientos, confiar en Sus promesas y caminar en santidad. Es nuestra responsabilidad enseñar a nuestras familias que Dios es el único poderoso, digno de adoración, y que fuera de Él no hay esperanza. Recordemos que solo Dios tiene el control de todas las cosas, y que nada ocurre sin Su permiso.
No nos olvidemos quién fue el que creó todo lo que existe en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra. Él habló, y todo fue hecho. Él ordenó, y el universo apareció. Solo Dios puede hacer cosas imposibles para el hombre: abrir el mar, dar vida a los muertos, sanar al enfermo, perdonar pecados y transformar corazones. Ningún otro ser tiene el poder de crear, salvar y restaurar como Él lo hace.
La humanidad, en su orgullo, muchas veces quiere vivir como si Dios no existiera. Pero cada amanecer, cada latido del corazón, cada respiración, testifica que dependemos completamente de Él. Dios no solo creó el mundo, sino que lo sustenta día a día con Su poder. Él sostiene el sol, las estrellas, los mares, las estaciones y aún nuestras vidas.
También debemos recordar que Dios no cambia. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Las modas pasan, los gobiernos se levantan y caen, las ideologías se transforman, pero Dios permanece fiel. Sus promesas no caducan, Su misericordia no se agota, y Su palabra permanece para siempre. Este Dios incomparable es quien nos invita a confiar plenamente en Él.
Por eso, no debemos tener miedo del futuro ni de las dificultades. Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Él es nuestro refugio, nuestra roca firme y nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Cuando nos sentimos débiles, Él nos fortalece; cuando estamos perdidos, Él nos guía; cuando caemos, Él nos levanta.
Vivamos cada día agradecidos, reconociendo Su grandeza y buscando honrarle en todo lo que hacemos. Que nuestras palabras, pensamientos y acciones reflejen que creemos en un Dios vivo, santo y poderoso. No dejemos que el ruido del mundo apague nuestra fe. Volvamos al Señor, guardemos Su palabra y proclamemos Su nombre a las siguientes generaciones.
Porque Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro. ¡A Él sea toda la gloria!
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