El líder de alabanza y pastor de jóvenes Philip Renner, de la Iglesia Buenas Nuevas de Moscú —fundada por los misioneros Rick y Denise Renner—, compartió recientemente con
316News su visión sobre cómo escoger la música cristiana correcta para escuchar y adorar, según reportó
Christian Telegraph.
Pero más allá de una simple recomendación, sus palabras invitan a una profunda reflexión sobre la manera en que los creyentes consumimos contenido musical en una era dominada por el entretenimiento y la inmediatez.
Renner comenzó subrayando una verdad fundamental: la capacidad de discernir entre lo que edifica y lo que contamina el alma depende directamente de nuestra relación con Dios y conocimiento de Su Palabra.
Según explicó, cuando un cristiano se mantiene en comunión con el Señor, su corazón se vuelve sensible a la dirección del Espíritu Santo, y esa sensibilidad actúa como un filtro espiritual frente a lo que escucha.
“Si ignoras ese sentimiento de ‘filtrado’, perderás la habilidad de distinguir entre lo bueno y lo malo.
Luego comenzarás a notar pensamientos extraños o incluso sueños confusos”, advirtió el ministro.
Desde Mi Mejor Alabanza compartimos esa preocupación. Vivimos en un tiempo en que la música se ha convertido en un lenguaje global, capaz de influir emociones, pensamientos y conductas.
Por eso, el creyente no puede consumir música únicamente porque “suena bien” o “tiene ritmo”, sino porque su contenido, tanto lírico como espiritual, esté alineado con los principios del Evangelio.
No se trata solo de escuchar canciones con palabras bonitas, sino de preguntarnos: ¿Esta música me acerca más a Dios o simplemente me entretiene?
Renner lo resume así: “Toda la música tiene influencia espiritual. Las palabras pueden ser sinceras, pero la música siempre transmite el estado del alma del autor.”
Esta afirmación cobra especial sentido cuando se observa la diferencia entre una canción nacida de un encuentro con Dios y otra escrita desde el resentimiento o la frustración.
El autor explicó que sus propias composiciones surgen de momentos de adoración personal:
“Por ejemplo, llegué a casa después de una conferencia, experimenté la presencia de Dios, tomé mi guitarra, leí la Escritura y escribí una canción.
La gente recibe la misma unción que yo recibí. Pero si alguien llega a casa herido, con el corazón roto, y escribe desde el dolor sin rendirlo al Señor, esa carga emocional también se transmite.”
Esto no significa que la música deba evitar hablar del sufrimiento o la lucha; de hecho, muchos salmos expresan angustia, miedo y desconsuelo.
La diferencia radica en el punto de enfoque: ¿el compositor lleva su dolor a Dios o simplemente lo expone sin esperanza?
Como creyentes, debemos buscar canciones que nos eleven espiritualmente, que nos lleven a depender de la gracia de Cristo y no solo a identificarnos con una emoción pasajera.
Philip Renner concluye recordando que el Espíritu Santo es el mejor guía:
“Uno debe escuchar Su voz y preguntarse si puede escuchar o no cierta música. No podemos ignorarlo.
No debemos dejar la puerta cerrada cuando Él toca. Esto aplica no solo a la música, sino también a las películas, los libros y los juegos.”
Sus palabras reflejan un principio bíblico atemporal: el discernimiento espiritual no se trata de legalismo, sino de madurez.
El creyente maduro no pregunta “¿Esto es pecado?”, sino “¿Esto glorifica a Dios?”.
El apóstol Pablo lo expresó claramente: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.” (1 Corintios 10:23).
La verdadera libertad cristiana no consiste en hacer lo que queremos, sino en elegir lo que agrada al Señor.
En un mundo donde miles de canciones se lanzan cada día, el consejo de Renner cobra más relevancia que nunca.
No toda música que menciona a Dios necesariamente lo honra, y no toda melodía que emociona al creyente proviene del Espíritu.
Por eso, el llamado es a filtrar nuestros oídos con la Palabra, a desarrollar una sensibilidad espiritual que nos permita reconocer cuándo una canción tiene unción y cuándo solo tiene ritmo.
La buena música cristiana no solo entretiene, sino que transforma.
Debe recordarnos quiénes somos en Cristo, fortalecer nuestra fe y despertar en nosotros un deseo más profundo de santidad.
Como dijo Philip Renner, “la música transmite el estado del alma del autor”.
Y cuando esa alma ha estado en la presencia de Dios, el resultado no puede ser otra cosa que adoración genuina.