Al Señor daré mis cánticos porque en Él está mi confianza, estando en Sus manos siento seguridad. Es mi Dios y mi mejor ayuda, por eso cada día depositaré mi confianza en Él.
A mi Dios rendiré todas mis alabanzas, de mañana te buscaré en medio de las alabanzas, glorificaré Tu nombre con cánticos de alegría. ¿Cómo no cantarle a mi Señor? En Él está mi seguridad, en Él aguarda mi confianza, por eso todo mi ser reconoce Su nombre sobre todas las cosas.
Oh, cuán grande y bueno es nuestro Dios y digno de suprema alabanza, Él cambia todo nuestro entorno, cada mañana Su presencia me inspira a alabar y bendecir Su nombre. Naciones todas y pueblos todos, confíen en el Señor. Sírvanle con todos sus corazones.
1 Jehová Dios mío, en ti he confiado; Sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame, 17 Alabaré a Jehová conforme a su justicia, Y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo. Salmos 7:1, 17
¿Podemos decir dentro de nosotros que nuestra confianza está en el Señor? Claro, solo en Él podemos confiar y tener paz, porque Él es el autor de todas las cosas, y día a día nos inspira confianza. Recibe, Señor, toda adoración de Tus santos, porque eres un Dios que no Te olvidas de Tus hijos, sino que los guardas bajo la sombra de Tus alas y les das fortaleza en medio de las pruebas.
Muchos hoy en día han dejado de confiar en el Señor, se apoyan en su propio entendimiento y olvidan que la verdadera seguridad está en Dios. Pero nosotros, como pueblo de fe, debemos mantenernos firmes, recordando que sin Él nada podemos hacer. La Palabra nos dice: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6). Cuando confiamos plenamente en el Señor, Él nos guía por sendas de justicia y nos libra de todo peligro.
Confiar en Dios no significa que todo saldrá siempre como esperamos, sino que en cada circunstancia sabremos que Su voluntad es perfecta. Su plan es mejor que el nuestro, y aun en medio de las dificultades podemos cantar con alegría, porque Su fidelidad nunca falla. Es en los momentos de angustia cuando más debemos levantar nuestras manos y decir: “Señor, en Ti confío, Tú eres mi refugio y mi fortaleza”.
Cada día es una nueva oportunidad para fortalecer nuestra relación con Dios. Pidamos al Señor que nos guarde, que dirija nuestros pasos y que nos dé un corazón confiado. No importa lo que estemos atravesando, el Señor sigue siendo nuestro amparo y nuestro escudo. Él escucha nuestras oraciones y obra a Su tiempo. Aunque el mundo cambie, Su amor permanece fiel. Él nunca nos dejará ni nos desamparará.
Cuando depositamos toda nuestra confianza en Él, aprendemos a vivir con serenidad, porque sabemos que el Señor pelea nuestras batallas. Él abre puertas donde no las hay, calma las tormentas que nos rodean y nos da descanso en medio del caos. No hay circunstancia tan difícil que Dios no pueda cambiar, ni problema tan grande que Su poder no pueda resolver. Por eso debemos mantener la fe encendida, sabiendo que el mismo Dios que obró en el pasado sigue obrando hoy.
Que cada mañana recordemos Sus bondades, que nuestras bocas no cesen de alabar Su nombre, porque grande es Su misericordia. No te olvides de alabar al Señor, porque Él ha sido bueno contigo. Si hoy puedes respirar, si tienes esperanza, si aún puedes ver Su mano obrar, entonces levanta tu voz y cántale. En la adoración encontramos paz, en la confianza hallamos descanso y en Su presencia descubrimos la plenitud del gozo. ¡A Él sea toda la gloria, la honra y la alabanza por los siglos de los siglos! Amén.
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