Con libertad de corazón alabemos a Dios, demos cánticos de alabanzas

Al momento de dar cánticos al Señor, debemos hacerlo con libertad sin cohibirnos de nada nada, que nada nos impida alabar a nuestro Dios. Él es poderoso y maravilloso y Él merece nuestras mejores adoraciones.

Vivimos solo para nuestro Dios dando siempre honra porque no hay un Dios tan grande como nuestro Dios, que en nuestros corazones haya un anhelo de alabar y cantar a Dios, que con un corazón decidido seamos gratos delante de Dios, a Él sea la gloria para siempre.

¿Quién como Tú Señor que siempre estás pendiente de Tus hijos? Por eso Señor confiamos en Ti todos los días, porque solo en Ti podemos obtener cosas maravillosas, por eso no dudamos en alabarte con un espíritu de adoración y con un corazón decidido y con gran libertad.

1 Alabad a Jehová, invocad su nombre; Dad a conocer sus obras en los pueblos.
2 Cantadle, cantadle salmos;
Hablad de todas sus maravillas.
3 Gloriaos en su santo nombre;
Alégrese el corazón de los que buscan a Jehová.
4 Buscad a Jehová y su poder;
Buscad siempre su rostro.
5 Acordaos de las maravillas que él ha hecho,
De sus prodigios y de los juicios de su boca,
Salmos 105:1-6

Que todos sus santos den alabanzas a Dios, que reconozcan Su nombre con libertad, y dispuestos a dar lo mejor al Señor. En este salmo citado podemos ver que el autor describe y exhorta al pueblo de Israel para que se acordase de las maravillas que Dios hacía con ellos, por eso le dice que adoren al Señor y exalten su nombre, que reconozcan que solo en Él está el poder.

Por eso no solo el pueblo de Israel debe reconocer al Dios todopoderoso, sino que toda su creación debe rendirse delante de Él y dar alabanzas.

La adoración no debe tener límites ni condiciones, pues cuando comprendemos la grandeza del Creador, el corazón se llena de gratitud y reverencia. Alabar a Dios es una expresión de amor sincero, un acto que transforma nuestro interior y nos conecta con Su presencia. La alabanza abre los cielos y hace que nuestras cargas sean más ligeras, porque en medio de la adoración sentimos la paz de Su Espíritu Santo que nos fortalece y consuela.

Muchos se cohíben de alabar a Dios por temor al qué dirán, pero la verdadera adoración no busca la aprobación de los hombres, sino agradar a Aquel que nos dio la vida. Así como David danzaba con alegría delante del Señor sin importarle la opinión de otros, así también nosotros debemos adorar con gozo, sabiendo que todo lo que somos y tenemos proviene de Él. Que nuestras voces se unan en una sola melodía que glorifique al Creador del cielo y de la tierra.

Cada día es una nueva oportunidad para reconocer las maravillas del Señor. Desde el amanecer hasta el anochecer, Su fidelidad se manifiesta en todo lo que nos rodea. Cuando levantamos nuestras manos y cantamos al Señor, estamos declarando que Su poder sigue vigente, que Su amor sigue siendo eterno y que Su gracia nos sostiene. La alabanza no depende de las circunstancias, sino del reconocimiento constante de Su soberanía.

El Salmo 105 nos recuerda la importancia de no olvidar las obras que Dios ha hecho. En los tiempos de dificultad, es vital traer a la memoria las victorias que el Señor nos ha dado, porque eso nos renueva la fe. Cada palabra de alabanza es una semilla que produce gozo y esperanza en el alma. Al invocar Su nombre, proclamamos que Él es nuestro refugio seguro, nuestro libertador y nuestro motivo de alegría.

Así como los cielos declaran la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de Sus manos, también nosotros debemos ser testigos vivos de Su poder. Que nuestras vidas reflejen la adoración que sale de un corazón agradecido. Alabemos con cánticos, con palabras, con nuestras acciones y con todo lo que somos. El Señor busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Que cada alabanza sea un testimonio de amor hacia Aquel que nos salvó y nos dio vida eterna.

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Cantemos a nuestro Dios porque Su fidelidad es para siempre
Te alabaremos Señor, porque Tus estatutos son rectos y perfectos