Al Señor alabaré para siempre, cantaré con alegría porque Él ha sido mi escudo

Al Señor demos gracias por Su gran poder manifestado en nuestras vidas, porque día tras día Su fidelidad nos sostiene. Sus obras poderosas nos muestran cuán grande y glorioso es nuestro Dios, aquel que vive por los siglos de los siglos y cuya misericordia nunca se agota. A Él debemos rendir honra, adoración y gratitud sincera. Que de nuestros labios broten cánticos de alegría y de nuestros corazones una alabanza genuina. Cuando reconocemos la magnitud de Su poder, el alma se llena de gozo, porque entendemos que dependemos completamente de Su gracia.

Glorifiquemos y cantemos al Dios que extiende Sus manos poderosas cada día sobre nosotros. Él es quien mantiene Su escudo delante de nosotros, protegiéndonos de todo mal y sosteniéndonos con amor eterno. Aunque el enemigo intente atacarnos, Dios es nuestro refugio seguro, nuestro amparo en tiempos de angustia. Él nos cubre bajo Sus alas y nos guarda en el hueco de Su mano. Por eso, no hay motivo para temer, porque Su presencia nos acompaña y Su poder nos defiende. Nuestro Dios merece lo mejor de nosotros: nuestras palabras, nuestras fuerzas, nuestro tiempo y nuestra adoración más sincera. Demos a Dios lo primero y lo mejor, porque todo lo que tenemos proviene de Él.

En los días de prueba, no te olvides de Dios. Aun cuando la carga parezca pesada o el camino incierto, sigue alabando Su nombre. La alabanza tiene poder para cambiar el ambiente y para renovar el espíritu. Cuando adoramos en medio del dolor, demostramos que nuestra fe no depende de las circunstancias, sino del carácter inmutable de nuestro Dios. Él no falla, no se retrasa, ni deja sin respuesta a quienes confían en Él. Por eso, aunque no lo veas, puedes sentir Su presencia. Él está ahí, guiando tus pasos, fortaleciéndote y preparándote para la victoria. No importa el problema que enfrentes, mira al Señor con ojos de fe y declara con gozo: “Mi Dios es más grande que cualquier dificultad”.

Abre tus brazos, levanta tu voz y alaba a Dios que reina en las alturas. Él es tu refugio y tu fortaleza, tu roca firme y tu escudo protector. Canta ante Él con alegría del corazón, porque la gratitud abre las puertas de la bendición. Cuando entonamos alabanzas, el alma se libera del temor y se llena de esperanza. Alabar no es solo una expresión musical; es una actitud de confianza, una declaración de fe que dice: “Creo en Ti, Señor, aun cuando no entiendo lo que ocurre”. Dios habita en medio de la alabanza de Su pueblo, y donde Él habita, hay libertad, hay consuelo y hay victoria.

Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean,
Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo;
Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.

Salmos 26:6

En este pasaje observamos al salmista David expresando su gratitud y confianza absoluta en Dios. David sabía que su fortaleza no provenía de sí mismo, sino del Señor. A lo largo de su vida, enfrentó enemigos, persecuciones y momentos de angustia, pero en todo tiempo su esperanza permaneció firme en el Dios que nunca falla. Su corazón rebosaba de agradecimiento, porque había experimentado la protección divina una y otra vez. David comprendió que, mientras el enemigo intentaba humillarlo, Dios levantaría su cabeza en señal de honra y victoria. Esa promesa también es para nosotros: cuando confiamos en el Señor, Él mismo se encarga de vindicarnos y de mostrarnos Su poder en medio de la adversidad.

El salmista declaró que ofrecería sacrificios de júbilo en el tabernáculo de Dios. No se trataba solo de ofrendas materiales, sino de una expresión de gratitud sincera. David sabía que el verdadero sacrificio que agrada al Señor es un corazón agradecido y una vida rendida a Su voluntad. Por eso, dijo: “Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová”. La adoración no era para él un acto ocasional, sino una forma de vida. De la misma manera, debemos aprender a ofrecer a Dios alabanzas en todo momento, no solo cuando todo va bien, sino también en la dificultad.

Así que confiemos plenamente en el Señor, porque Él es nuestro ayudador y nuestro escudo fuerte. Cuando el desánimo intente tocar tu corazón, recuerda que el Dios de David es el mismo Dios que hoy pelea por ti. Él levantará tu cabeza, renovará tus fuerzas y llenará tu boca de cánticos nuevos. Que toda nuestra vida sea una alabanza constante a Su nombre, porque Él merece gloria, honor y adoración por siempre. Canta, confía y alaba, porque grande es Jehová, y Su misericordia es eterna.

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Cantaré al Señor porque de Él viene mi victoria