Cada día debemos demostrar que en realidad tenemos a Dios en nuestro corazones, porque a veces alabamos a Dios solo cuando estamos siendo prosperados, y es por eso que también debemos hacerlo cuando estamos pasando momentos malos, alabemos y cantemos porque nuestro Dios es grande por encima de todo.
Por eso cantaré a mi Dios, incluso en momentos de pruebas y calamidades, con todo cantaré y alabaré el nombre de mi Dios que vive y reina para siempre, nada me impedirá adorar el nombre de Dios, un Dios que un día verá mi pequeña prueba y me sacará de ella.
Alabaré confiado en el Señor, Él es mi socorro, hablaré de Sus buenas obras y cantaré de sus maravillas, reconociendo Su gran misericordia, y que con su bondad me libró de mis angustia y me sacó de las pruebas que afligían mi espíritu, por eso le alabo, por eso saco alabanzas de lo profundo de mi corazón, de mi corazón y mi labios salen alabanzas a Dios.
20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,
21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.
Efesios 3:20-21
No nos olvidemos que Dios es poderoso y que Él puede hacer que todas las cosas cambien en nuestras vidas, no miremos los momentos difíciles de nuestras vidas, más bien miremos al soberano Dios que es quien controla todo. Por eso cantemos al Dios poderoso que vive y reina para siempre.
Que la gracia y la paz habiten en nosotros ayudándonos en la paciencia en el Señor, porque Dios es el que nos puede dar en abundancia, pero que nada de estas cosas nos preocupen, más bien nuestra preocupación debe ser poder sentir el respaldo de Dios en los momentos difíciles, que Su poder y amor vivan en nosotros todos los días.
Cuando decidimos alabar a Dios en medio de la tormenta, demostramos una fe firme y sincera. No se trata de cantar solo cuando todo va bien, sino de mantener la adoración cuando las fuerzas escasean y el alma se siente abatida. Es en esos momentos donde Dios se glorifica más, porque Su poder se perfecciona en nuestra debilidad. La Biblia nos enseña que Pablo y Silas, aun estando encarcelados, alababan a Dios, y fue precisamente en ese momento de adoración cuando las cadenas fueron rotas y las puertas se abrieron. Así también, cuando nosotros alabamos en medio de las pruebas, Dios actúa poderosamente.
La verdadera adoración no depende de las circunstancias, sino del corazón rendido ante el Creador. Es fácil decir “Dios es bueno” cuando todo va bien, pero es un acto de fe decirlo cuando las lágrimas corren por nuestras mejillas. Por eso debemos recordar siempre que Dios sigue siendo Dios, aunque todo parezca ir mal. Él no cambia, y Su fidelidad permanece para siempre.
Cada prueba tiene un propósito, y aunque no siempre lo entendamos, debemos confiar en que Dios está obrando en silencio. En los momentos más duros, cuando parece que el cielo calla, Él sigue actuando a favor de sus hijos. La adoración es un arma poderosa que rompe cadenas, trae paz al alma y fortalece nuestro espíritu para seguir adelante.
Que cada día podamos alzar nuestras manos y decir: “Gracias Señor por lo que haces, por lo que has hecho y por lo que harás”. Porque aunque nuestros ojos no vean la respuesta inmediata, sabemos que Dios está obrando detrás del telón. Alabemos con gozo, con fe y con un corazón agradecido, sabiendo que el mismo Dios que abrió el mar rojo y resucitó a Jesús de entre los muertos, es el mismo que hoy pelea por nosotros.
Así que no desmayes, sigue cantando, sigue creyendo, porque tus alabanzas no son en vano. Cada palabra que sale de tus labios con fe, llega al cielo como una ofrenda agradable delante del trono de Dios. Él escucha, Él responde, y a su tiempo verás Su gloria manifestarse en tu vida. Canta, adora, confía y espera, porque el Dios todopoderoso nunca falla y siempre cumple Su palabra.
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