La música ha ido en constante evolución, creación de nuevos ritmos, artistas espectaculares, pues, así como los tiempos cambian la música también. Pero, ¿qué tanto han cambiado nuestras canciones cristianas, digamos desde el tiempo de Lutero hasta hoy? Pues, la música cristiana sigue siendo igual de edificante independientemente de la variedad de ritmos, pero la diferencia es que hoy día tenemos canciones menos bíblicas dentro de nuestras iglesias y eso hace que nuestra nueva generación esté siendo mediocre en cuanto al verdadero significado de alabar a Dios.
¿Qué pasa con la música de hoy? Existe mucha debilidad, y es que hoy día tenemos la industria de la música y esto ha hecho que muchos cantantes cristianos desconozcan cuál es realmente su propósito, para qué deben cantar, y al final solo hacen música para entretener a las personas pero no para exaltar a Dios.
Hace unos días escuche un rap «cristiano» que dice: «Vengo tan fuerte como Goku y tan prieto como mister Popo…» ¿En serio? Esto es lo que nuestros jóvenes están escuchando. Podrás decir que somos legalistas a la hora de escribir esto, pero solo estamos describiendo la flojera espiritual que se está viendo en la música cristiana actual.
Muchos dirán que esas letras citadas no tienen nada de malo, que existen alabanzas y que también existe música con contenido cristiano, para ser más exactos, una persona me escribió lo siguiente respecto al tema: «Creo que hay que saber diferenciar entre una canción para alabar a Dios y otra que tiene contenido cristiano pero que no es para alabar a Dios. No veo nada de malo en ese rap, tal vez algún no creyente puede recibir un mensaje con ello».
Este es justamente el problema, que la mayoría de esas canciones son cantadas por personas que dicen ser cristianas, pero su contenido no glorifica a Dios, al final lo único que hacemos es justificar la flojera espiritual que se está moviendo en la música cristiana de hoy.
¿Acaso no has escuchado a los más jóvenes decir que los himnos antiguos son aburridos, que las canciones de ciertos artistas dan sueño, etc? Esas canciones les dan sueño, porque no son para entretener, en cambio, nos confrontan, nos instan a bendecir el nombre de Dios, cosa que no hacen esas canciones que tanto ama nuestra actual generación, las cuales son para entretener.
Todo lo que nosotros hacemos debe ser con el propósito de glorificar a Dios. Generación de jóvenes, no se entretengan tanto, busquen a Dios de todo su corazón, este es nuestro propósito en este mundo, nunca olviden eso.
A través de los siglos, los cánticos cristianos han sido una forma de enseñanza, adoración y fortaleza espiritual. Los himnos de Lutero y de tantos reformadores no eran simples melodías; eran confesiones de fe que ayudaban a la iglesia a mantenerse firme ante la persecución y la herejía. Por eso, cada letra estaba impregnada de doctrina, de una teología sólida y centrada en Cristo. Hoy, sin embargo, vemos una tendencia donde la emoción supera el contenido, donde el ritmo importa más que la Palabra.
Esto no significa que los nuevos géneros musicales sean malos, sino que debemos cuidar el mensaje. La música cristiana puede tener diferentes estilos y aún así ser profundamente espiritual si su centro es Jesús. La clave está en que cada letra, cada nota, conduzca al oyente a la reflexión, a la adoración genuina y al arrepentimiento. Cuando el enfoque cambia del altar al escenario, entonces la alabanza se convierte en espectáculo y deja de ser adoración.
El apóstol Pablo dijo: “Todo lo que hacéis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23). Este versículo debería ser el fundamento para todo músico cristiano. No cantamos para ser aplaudidos, sino para que Dios sea glorificado. Cada compositor y cantante debe preguntarse: “¿Llevará esta canción a alguien más cerca de Cristo?” Si la respuesta es no, entonces debemos reconsiderar lo que estamos ofreciendo al Señor.
Como iglesia, tenemos la responsabilidad de instruir a la nueva generación en la verdadera adoración. No se trata de estilos, sino de contenido. Los himnos antiguos pueden convivir con las nuevas alabanzas si ambas exaltan a Dios y edifican al creyente. No perdamos el sentido espiritual de la música cristiana, porque la alabanza no es un entretenimiento, sino un acto sagrado.
Que cada canción que salga de nuestras bocas sea una ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Volvamos a las raíces, a las letras que glorifican la cruz, que predican la salvación, que levantan al caído y consuelan al que sufre. La verdadera música cristiana transforma el corazón, no solo mueve el cuerpo. Que nuestra generación redescubra el poder de cantar con entendimiento, y que cada melodía sea una oración que suba hasta el trono de Dios.
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